capítulo treinta y uno

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31. siempre

En algún momento, sin que nadie lo notara, Yoongi había sacado un altavoz portátil y enseguida la música llenó aquel pequeño aula y, lo que había sido un lugar de castigo alguna vez, se convirtió en una pista de baile repleta de recuerdos. Taera bailaba animada con su hermano, los dos haciendo los pasos más ridículos que nadie había visto jamás mientras gritaban la letra de la canción a todo pulmón. Una mano rodeó su cintura y Taera enseguida pudo sentir el pecho de Jungkook contra su espalda. Asomándose sobre su hombro, Jungkook depositó un beso en el lateral de su cuello. Taera respondió reclinando su cabeza para abrir más espacio para que los labios del joven vagaran, besaran y marcaran su piel.

—Supongo que esta es mi señal para que me vaya —murmuró Taehyung dirigiéndose a la mesa en la que Namjoon y Seokjin charlaban tranquilos.

Taera rio al ver la mueca de fingido desagrado de su hermano, girándose para encarar a Jungkook, quien ya la estaba mirando. La sonrisa en sus labios era preciosa, y en aquel instante, Taera se prometió trabajar duro durante el resto de sus días por robarle más sonrisas como aquellas a Jungkook.

—Estás preciosa. —Taera sintió sus mejillas arder y agachó la cabeza, recostando la frente contra el pecho de Jungkook—. Nunca me cansaré de decírtelo.

Taera dejó escapar un suspiro entrecortado que caló a Jungkook hasta los huesos e hizo que la estrechara aún más contra él, hasta que no quedó un solo centímetros de sus cuerpos sin tocarse.

—No quiero que esto se acabe —murmuró Taera aún sin mirar a Jungkook—. No estoy preparada para verte marchar.

—Aún no has abierto mi regalo. No puedo marcharme hasta que lo hagas.

—¿Qué quieres decir? Lo he abierto antes, delante de todos. —Pero Jungkook solo negó.

—¿Confías en mí?

—Con mi vida, Jungkook. —Eso le robó una sonrisa orgullosa.

—Entonces sígueme.

Confundida, Taera vio a Jungkook recoger algo de sobre la mesa y despedirse de los chicos. Su hermano le sonrió desde su asiento, alzando ambos pulgares, lo que logró que su ceño se frunciera más, y en menos de un minuto, Jungkook había entrelazado sus manos de nuevo y la dirigió fuera del aula.

—¿Adónde vamos?

—Tengo algo que enseñarte. Vamos.

—¿Andando?

—Hemos bebido demasiado como para coger el coche. Me temo que tendremos que ir andando, sí —Taera lloriqueó y miró sus tacones—. ¿Te hacen daño?

—Algo, pero podré aguantar.

Pero antes siquiera de que pudiera dar un solo paso más, Jungkook se agachó frente a ella, expectante. Taera comenzó a negar, pero él solo insistió.

—Venga, Taera. Solía llevarte así a todos lados cuando salíamos con los chicos.

—¡Cuando era una cría! He crecido, Jungkook.

—Yo también —contraatacó flexionando los brazos, marcando músculo. Aquello hizo a Taera reír—. Venga, no tenemos toda la noche.

—No quiero oír una sola queja luego sobre que te duele la espalda o lo que sea.

—Prometo no quejarme. Vamos, sube.

Rodeando su cuello con ambos brazos y su cadera con ambas piernas, Taera se subió a la espalda de Jungkook, dejando escapar un chillido cuando este se levantó.

CAUGHT IN A LIE » jeon jungkook ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora