1-III

231 104 288
                                    

Mientras tanto, José y el Dr

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mientras tanto, José y el Dr. Méndez, corrían por sus vidas hacia una dirección desconocida. El doctor, para ser mayor que el recluta, se mantenía a mejor ritmo. El cuerpo de José, le exigía una demanda de oxígeno mucho mayor, a la que sus pulmones eran capaces de proporcionar.

Tenían a los tres monstruosos hombres prácticamente encima. Corrían desesperadamente por escapar de una muerte segura. El miedo y la paranoia los sacudía constantemente con cada nuevo alarido, cada vez más cerca, a sus espaldas.

José con su vista nublada por la desesperación vislumbró una puerta entreabierta a su izquierda, como un rayo de esperanza.

—¡Por allá! —gritó entre jadeos haciéndole una seña al doctor, el cual entendió de inmediato.

Dieron un giro repentino a la izquierda. El anterior teniente de la unidad, ahora corriendo con los intestinos al aire, alcanzó a rozar con sus dedos la bata del Dr. Méndez, mas no pudo asirse a ella, sino que con el gesto del zarpazo perdió el equilibrio y se precipitó al suelo, no hizo nada por frenar la caída. El impacto fue brutal, su rostro se estremeció contra el suelo soltando un sonido seco idéntico al de un coco que cae desde lo más alto de la palma.

Los otros dos perseguidores pasaron por encima del caído pisándole los brazos y la cabeza sin importarle siquiera. Por unos instantes perdieron la referencia de sus presas, fueron unos segundos vitales para José y el Dr. Méndez.

Méndez le dio un fuerte empellón a la puerta que se encontraba entreabierta, la cual se precipitó con brusquedad a la pared que la sostenía provocando un aparatoso ruido y haciendo que la pintura de la pared cayera en el área donde impactó el pómulo.

Ambos entraron por ella como flechas disparadas por arcos de alta precisión; jadeante aún, Méndez se apresuró a cerrarla. Su mente sólo estaba enfrascada en una sola cosa, sobrevivir, por lo que sus fuerzas se doblaron de manera sobrenatural.

Dos hombres que se encontraban dentro del local, les dedicaron una mirada confusa. El más joven se llevó la mano al pecho y dio dos pasos dubitativos hacia atrás por la impresión.

El doctor no logró cerrar la puerta a tiempo pese a su gran esfuerzo, uno de sus perseguidores la embistió con fuerza desmesurada haciéndolo retroceder unos centímetros. De inmediato las manos de aquel espectro se colaron por la hendidura, tenía una costra negra enredada en los vellos del antebrazo que impresionaba sangre reseca. El movimiento continuo de su mano abriéndose y cerrándose amenazaba con desgarrar cuanto pudieran.

—No te quedes ahí parado, ¡ayúdame carajo! —gritó arrastrando mucho las últimas palabras por el esfuerzo que le causaba mantener la puerta a raya.

José, retrocedió par de pasos buscando impulso y se lanzó a la carrera contra la puerta de madera que, al cerrarse, arrancó de cuajo tres de los dedos del que una vez respondió al nombre de Dr. Matías, los mismos cayeron dispersos en el suelo.

Macrófago vitae: Infección.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora