2-V

53 17 44
                                    

Marcos fue el único que se percató de la huida silenciosa del doctor

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Marcos fue el único que se percató de la huida silenciosa del doctor. Sin pensarlo, bajó del autobús tan rápido como pudo y emprendió una carrera a toda prisa siguiéndolo. Sabía muy bien a lo que se enfrentaban, los había visto en plena acción y haría todo lo que le fuese necesario, para no estar nuevamente bajo las hediondas garras de aquellos engendros.

Tras él, bajaron Roger, Julio y Jeffrey. Los cuales, al ver la masa de personas corriendo que se aproximaba hacia ellos, decidieron seguir al joven. Las palabras de Marcos resonaban en la cabeza de los tres: "Eso es la razón del accidente...". No estaban seguros a la totalidad de qué se trataba, pero el cerebro humano está diseñado para actuar en determinadas circunstancias de forma automática. Su instinto primitivo de supervivencia les hizo actuar en consecuencia a lo visto.

Reina veía la masa de lo que parecían, por sus conocimientos de medicina, personas con secuelas producto de algún daño cerebral acercarse a la carrera hacia ellos. No comprendía lo que estaba observando, pero sentía en su interior que algo estaba mal, verdaderamente mal.

Le dedicó una rápida mirada al sujeto que le acababa de pedir su teléfono móvil, como buscando una respuesta. Resultó que ya no estaba, dio la vuelta tratando de encontrarlo, pero lo único que observó, era como se alejaba de ella por la carretera hacia El Guatao, el pueblo más cercano a su posición actual.

Su sexto sentido femenino resonó en su subconsciente atando los cabos sueltos del siniestro ocurrido: los disparos del militar asesinando a un hombre que también llegaba corriendo y que rugía como fiera salvaje; el hombre aquel que se alejaba a toda prisa y que minutos antes, le había pedido el celular para avisar al gobierno de lo que se avecinaba. Su tono de exigencia entremezclado con desesperación e incluso, se atrevía a jurar que algo de miedo y ahora, por último, aquellas personas que se acercaban cada vez más rápido y que hacían un sonido similar al de aquel hombre asesinado.

Eran, sin duda, pequeños detalles que le aseguraban de que todo se acabaría torciendo tarde o temprano.

Como personal del sector de Salud Pública de Cuba, tenía el deber de velar por los lesionados, incluso de cerciorarse de que aquel joven contra el que habían disparado a sangre fría y sin vacilar, estuviese verdaderamente muerto y no herido. Nada de eso le importó, las señales de peligro inminente en su cerebro eran tan fuertes que la llevaron instintivamente a perseguir aquel hombre que, sin duda, tendría alguna explicación lógica para lo que sucedía. Para cuando se dio cuenta, ya estaba corriendo como loca por toda la carretera sujetando fuertemente su bolso para no perderlo.

Alejandro comenzó a ver el movimiento encima del autobús y no entendió lo que sucedía.

«¿Por qué la prisa, a dónde querían ir todos tan rápido?»  Se preguntó internamente.

El tener al pequeño en brazos y a la madre aferrada a su pecho le dificultaba la visión de todo cuanto acontecía a su alrededor. Si todos habían empezado a correr desesperadamente, era por algo y él no se quedaría a descubrir que infundía el miedo en los demás.

Macrófago vitae: Infección.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora