Tomás estaba agotado, el delantal blanco que poseía era ahora de color rojo intenso y la humedad de la sangre se hacía sentir fría al tacto con la piel. Había logrado esconderse entre unos contenedores de basura. Se mantenía tranquilo repasando todo cuanto había hecho desde que se separó de José y Richard. Reconoció a varios de los zombis que le atacaban, la mayoría eran amigos de él, no entendía cómo era posible que no lo reconocieran y quisieran despedazarlo sin tan siquiera una pisca de remordimiento.
Desde su escondite se dedicaba a escuchar los disparos que resonaban como truenos y se hacían sentir por encima de la alarma. Esa sensación le daba seguridad, sabía que sus colegas estaban repeliendo la amenaza. Daba gracias a todas las deidades yorubas en las que tenía creencia religiosa por saber que, en algún lugar de la unidad militar, había personas que estaban al tanto de lo que sucedía y que estaban trabajando para lograr frenar a tan fulminante agresor.
Sintió el motor del Jeep a lo lejos, por lo que podía apreciar se acercaba hacia su posición, así que decidió salir de su escondite. Fue en extremo cauteloso, procuraba por todos los medios hacer el menor ruido posible. Llevaba un trozo de madera con un clavo grande pasante de lado a lado que se había encontrado en el suelo. Esa arma rudimentaria le había ayudado a librarse de aquellas monstruosidades. En más de una ocasión estuvo a punto de perderla, pues se quedaba atorada en los huesos del cráneo de sus agresores, pero para suerte suya, siempre logró recuperarla gracias a la fuerza física con la que contaba.
Miró a ambos lados y no vio a ningún zombi, esperó un segundo más hasta que el sonido del motor se hizo bien cercano y salió a la carrera, encorvado como si estuviera corriendo para no ser visto por un francotirador. Avanzó por el costado de la cocina, pudo sentir a varios muertos dentro, chocando con las cazuelas que habían caído al suelo cuando ellos mismos derribaron el aparador. Siguió bordeando la cocina y luego el comedor hasta que llegó al final de la pared. Echó una rápida mirada y observó dos muertos caminando de espalda a él por el medio de la plazoleta.
«Mierda que no se acaban» pensó mientras se aferraba a la tabla con ambas manos.
Volvió a mirar y vio a lo lejos un carro acercándose a una velocidad moderada, con más de una persona en su interior.
«Lo lograron, los cabrones lo lograron» Sintió una sensación de gratitud consigo mismo que lo inundó de felicidad, la cual fue interrumpida por un gruñido aterrador a sus espaldas.
Giró sobre su propio cuerpo y lo que vio no le gustó para nada, un zombi le miraba como si le costase distinguir si era una presa o una simple figura inmóvil. Volvió a soltar un nuevo alarido y se lanzó a la carrera. Tras de él, aparecieron cerca de diez zombis que le seguían como a un líder.
Tomás sabía que no podría contra todos ellos. Estaba cansado, la lucha con los siete zombis que le persiguieron cuando se separó de Richard y José le había agotado todas sus fuerzas y esos que venían a por él ahora, parecían mucho más activos que los anteriores. Así que hizo lo único que le quedaba por hacer. Salió de repente del borde de la pared y se paró con los brazos extendidos hacia adelante en señal de pare.
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Macrófago vitae: Infección.
FantascienzaTras un experimento fallido, en un laboratorio secreto de una base militar cubana; un pequeño pueblo de campo sucumbe a un apocalipsis zombi. Historias llenas de terror y desesperación, les esperan a las personas; las decisiones que tomen les cambia...