-¿Dónde está el militar? -preguntó Alicia confundida.
Todos en la sala de la casa observaban a Méndez de distintas formas. Algunos, como Roger y Julio, le dedicaban miradas de desprecio; el rostro de Alicia denotaba cierto grado de confusión, en su mente se fomentaba una batalla de pensamientos contradictorios entre los recientes acontecimientos, las imágenes de aquel hombre ayudándolos a seguir con vida y las historias contadas por los dos hombres que se habían logrado refugiar con ella en la cocina del bar. Por otro lado, Reina se encontraba en shock, incapaz de procesar cualquier información, paralizada por el miedo que aún le asfixiaba desde lo más interno de su alma.
-No lo logró -dijo con pesadumbre Méndez tras un breve silencio-. Le dieron alcance y lo derribaron, por más que disparé no fue suficiente.
-Eso es una patraña tuya -refutó Roger con tono amenazante y acortando la distancia entre ambos hasta quedar uno frente al otro.
El ambiente se tornó tenso dentro de la sala y se intensificó aún más cuando comenzaron a llegar los golpes en la puerta y los alaridos de los muertos. Méndez y Roger se miraban desafiantes. El chofer de la ruta ciento noventa y dos moría de deseos de darle unos buenos trompones en la cara a Méndez por haberlo dejado fuera de la iglesia.
-No hagas nada de lo que después te puedas arrepentir -susurró Méndez acariciando el gatillo de la pistola.
-Basta ya ustedes dos -intervino Alicia dándole a Roger un pequeño tirón por el brazo.
El chofer intentó liberarse del agarre, pero Julio le colocó la mano en el hombro y negó con la cabeza, lo cual hizo que Roger se calmara un poco y que dejara el asunto a un lado.
Los golpes en la puerta eran cada vez más y más violentos, resonando como tambores de guerra entre la sala de la vivienda. Esta, contaba con poca iluminación, ventanas pequeñas que dejaban filtrar muy poco la luz del día, la principal fuente de luz, era una pequeña lámpara con dos tubos de luz fría que sólo contaba con uno de ellos en buen estado. Las paredes, pintadas de tonos verdes oscuros estaban algo desgastadas por el devenir de los años. Algunas grietas se asomaban caprichosamente con líneas irregulares en las paredes.
Dentro de la sala se encontraba un pequeño sofá desgastado que había sido monopolizado por Reina desde que entró. Permanecía inmutable a la tensión que la rodeaba, con la mirada distante en el suelo que a juzgar por la suciedad hacía tiempo no era limpiado.
La sala tenía dos accesos. El primero, a la izquierda, daba paso a una pequeñísima cocina, en ella cerca de una docena de cazuelas mugrientas estaban dispuestas sin orden aparente. Un refrigerador, con la puerta oxidada en patrones desiguales parecía ser el mandamás del estrecho local. El segundo acceso estaba cerrado por una puerta, la cual Julio no tardó en abrir para descubrir un pequeño cuarto con apenas una cama que impresionaba de todo menos algo cómodo para descansar y un escaparate de madera que pedía a gritos una restauración.
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Macrófago vitae: Infección.
Science FictionTras un experimento fallido, en un laboratorio secreto de una base militar cubana; un pequeño pueblo de campo sucumbe a un apocalipsis zombi. Historias llenas de terror y desesperación, les esperan a las personas; las decisiones que tomen les cambia...