Capítulo 2: Accidente en la carretera

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El autobús llegó a la parada, como de costumbre, a las cinco de la mañana

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El autobús llegó a la parada, como de costumbre, a las cinco de la mañana. Las luces del mismo iluminaron la oscura carretera, mientras que el ronroneo del motor hacía desaparecer el cantar de los grillos. El conductor, un hombre obeso de unos cincuenta y cuatro años de edad, llamado Roger, llevaba la camisa completamente desabrochada dejando ver una mugrienta camiseta que antaño fue blanca. Unas gruesas gotas de sudor corrían pesadamente por su rostro hasta perderse en un tupido y despeinado bigote.

Accionó el interruptor y abrió las puertas de la guagua que rechinaron en la carrocería oxidada. Cinco personas esperaban impacientes en la parada; sin embargo, solo montaron cuatro de ellas al bus.

María, junto a su pequeño hijo Yerandy, habían sido los primeros en llegar para la ruta ciento noventa y dos. Ella era una joven de veinticinco años de edad, llevaba puesto su uniforme de trabajo como recepcionista del hotel San Alejandro, el cual le hacía resaltar su figura. Sus labios eran como cerezas que invitan a probarlos debido al exceso de maquillaje perfectamente distribuido. A su hombro, una cartera de cuero que poseía más utensilios que el mismísimo bolsillo de Doraimond, una habilidad que solo poseen las mujeres como diría su esposo.

Por otra parte, su hijo es un pequeño de tan solo cinco años de edad, su cabello es negro como el de su progenitor. Llevaba puesto el uniforme de la escuela primaria a la cual asiste, una camisa blanca y un short rojo vino. Una mochila enorme con ilustraciones de las Tortugas Ninjas colgada a su espalda e iba dando bandazos contra su cuerpo con cada paso inquieto que daba el pequeño. Yerandy en sí, era delgado y un poco pequeño en comparación a sus compañeros de aula.

Ambos subieron al autobús, el pequeño lo hizo primero apoyado de la mano de su madre y dando un pequeño salto. Ella no podía despegar sus ojos de la vista del chofer que la desvestía con la mirada, cada día pasaba por el mismo trago amargo. Cuando venía acompañada de su hijo, el chofer no se metía con ella, solo la miraba deseosamente como hoy, con cara de depravado. Pero en los fines de semana que tenía que ir sola a la parada, el conductor de la aquel ruta siempre le dedicaba palabras bastante obscenas que la incomodaban grandemente.

Sin embargo, no le quedaba otra opción, dependía de esa ruta y en ese horario para poder salir de su casa al trabajo. No podía darse el lujo de salir más tarde, pues simplemente no llegaría a tiempo y su salario no le alcanzaba como para costearse máquinas de alquiler todos los días Simplemente era un gasto que se le iba de las manos.

Así que, sin detener la marcha, pagó el pasaje de ambos y siguió tan rápido como pudo hacia los asientos posteriores, los más lejanos de aquel "asqueroso gordo de mierda" como diría ella. En ese horario la guagua no traía tantos pasajeros y era algo que María agradecía tremendamente, esta madrugada solo seis personas habían llegado en ella a la parada.

Tras ellos montó Miguel, un joven de veintidós años de edad, llevaba unos audífonos ligeros que casi eran imperceptibles a la vista y que reproducían la canción: "This Love" de Maroon 5. Su cabeza se balanceaba de atrás hacia adelante al ritmo de la canción. Su bata blanca de estudiante de medicina de cuarto año de la carrera, contrastaba con su piel oscura haciéndola resaltar.

Macrófago vitae: Infección.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora