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Tomás y Marcos se sumaron con suma rapidez al pequeño grupo de cuatro personas que estaba siendo dirigido por Junior

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Tomás y Marcos se sumaron con suma rapidez al pequeño grupo de cuatro personas que estaba siendo dirigido por Junior. No hicieron preguntas, sólo bastaron las miradas para saber el fatídico desenlace que tuvo el hijo de María. Esta, se encontraba con la mirada ausente por la falta de su pequeño Yerandy. Sin embargo, motivada por las ansias de venganza hacia aquel repugnante hombre, sacaba fuerzas desde el fondo de sus entrañas para seguir en pie.

Ellos habían avanzado por las calles del Guatao en busca del carro que habían sentido. Avanzaron tan rápido como pudieron. Los disparos certeros de Junior y Jesús eran indispensables para dicha epopeya. Alejandro, colaboraba con aquellos zombis que, por una causa u otra, se lograban acercar. Con el porta suero que llevaba en las manos golpeaba hasta que el cráneo de los muertos crujía y se hundía dejando al zombi sin moverse.

Cuando escucharon los disparos de Marcos, Junior redireccionó su andar a dicha dirección con la esperanza de encontrar a alguno de sus hombres. Sin embargo, encontraron a dos individuos en serios problemas en la calle y no dudaron en brindarles ayuda a los nuevos integrantes del grupo.

—Muchas gracias —dijo Tomás un poco más calmado luego de que los muertos a su alrededor cayeran inertes al suelo—. Soy Tomás, soy suboficial y cocinero de la base militar cercana. Él es Marcos, uno de los muchachos que pasa el servicio militar ahí.

—Vaya, ustedes son dos sobrevivientes de la catástrofe que ocurrió allí. ¿Hay algún otro sobreviviente? —Quiso saber Junior—. Yo soy el teniente Junior, jefe del pelotón número siete de los Boinas Rojas —informó.

—Teniente —dijo Jesús con voz baja, Junior le miró brevemente—. Creo que las formalidades deben de esperar un poco, están apareciendo más de esas cosas.

Todos miraron al otro extremo de la calle, de ahí comenzaba a emerger una masa de muertos vivientes verdaderamente intimidante.

—No creo que podamos con todos esos —alertó Alejandro—. Son demasiados y casi no les queda municiones.

—El civil tiene razón mi capitán, ¿órdenes?

—Desde aquí estamos cerca de la otra salida del pueblo, si corremos bien, podemos llegar e informar al punto de control que desplegamos en esa dirección.

—No hay tiempo que perder —expresó Marcos dando pequeños pasos hacia atrás.

La masa de zombis le trajo recuerdos de lo sucedido cuando el Jeep en el que viajaban tuvo el accidente y de los sucesos ocurridos en la carrera hacia el pueblo. Aquel hombre al que había sentenciado con dos disparos, aparecía omnipotente ante él y se le quedaba mirando al tiempo que levantaba sus manos como queriendo atraparlo. Luego, se veía superado por los muertos y sentía su piel desgarrarse con cada mordida.

Un pequeño tirón le hizo salir del hilo de sus pensamientos y echó a correr junto a los demás. Los muertos les persiguieron sin perderles el rastro.

Macrófago vitae: Infección.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora