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Méndez y Tomás se alejaron cuanto pudieron del que una vez fue Richard

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Méndez y Tomás se alejaron cuanto pudieron del que una vez fue Richard. Avanzaron hacia el autobús del que ya comenzaban a salir las personas con la ayuda de Marcos y compañía. Tenían una esperanza de vida al estar en un grupo mayor; sabían que, tarde o temprano, el zombi se arrastraría hacia ellos y les daría alcance; pero quizás, ya para ese entonces, estarían llegando las autoridades o como mínimo, ellos estarían camino al pueblo.

—Hay algo que me preocupa —dijo con voz entrecortada el cocinero.

—¿Qué cosa?

—¿Dónde está José? —Inquirió haciendo un esfuerzo sobrehumano pues el fugas dolor que expulsaba su costado le oprimía el pecho y le dificultaba la respiración.

—No lo sé. —El doctor se dio la vuelta para mirar a su alrededor, el miedo se asomó en su rostro una vez más en aquella madrugada.

¿Cómo no se le había ocurrido antes? Era una amenaza importante en medio de aquella oscuridad. Sabía que, en algún momento, se despertaría de la muerte para devolverlos al calvario del que hacía poco tiempo habían salido. Estaba consciente de que José, sí podía caminar y correr a su máxima capacidad, no como el otro que, debido a sus lesiones, no podía levantarse y se arrastraba muy lentamente.

Llegaron tan rápido como pudieron al autobús, las primeras imágenes que observaron fue la cara de la enfermera Reina iluminada por la tenue luz que proyectaba la pantalla del celular. Ella había acabado de examinar a Miguel y volvía a intentar comunicarse con alguien para avisar de lo sucedido. De inmediato Méndez fue a su encuentro, no sin antes dejar a Tomás recostado al techo volcado de la guagua, justo al lado de Miguel.

—Necesito de su teléfono, tengo que hacer una llamada urgente. —El tono del doctor era imperativo.

Reina le dedicó una mirada confusa y a la vez de disgusto, no entendía lo que aquel sujeto le estaba diciendo. Así que, sin más, aguantó con fuerzas su móvil entre sus manos.

—¡Acaso no entiende! —Insistía el doctor—. ¡Necesito de su puñetero teléfono! Es una cuestión de vida o muerte, tengo que avisar al gobierno de lo que viene en camino.

Reina no entendía ni media palabra de lo que estaba hablando aquel hombre. Solo estaba segura de algo, que no le daría por nada del mundo su teléfono a un completo desconocido.

—No sé de qué habla, pero déjeme en paz. Si le sirve de algo, las comunicaciones están cortadas, estoy intentando comunicarme con los números de emergencia, pero la operadora de la empresa de telecomunicaciones me sale diciendo que no está disponible.

Las palabras de aquella enfermera tomaron de sorpresa al doctor. Solo había una explicación lógica para lo que acababa de escuchar. Sabía de sobra como actuaban los dirigentes de su país, al mínimo de protestas o de intentos de huelgas, cortaban toda comunicación posible para evitar que se divulgara y se incrementara la revuelta.

Macrófago vitae: Infección.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora