Marcos golpeó a Roberto en el rostro, una buena trompada que le hizo caer y sangrar de inmediato por la nariz. El anciano, incrédulo de lo que acababa de ocurrir, volvió a accionar el gatillo de la Makarov una vez más.
No sucedió nada, el arma no se disparaba por más que accionaba el gatillo. Marcos, sin perder tiempo, le dio una patada en la mano que sostenía la pistola, la cual salió expulsada contra la hoja metálica de la puerta propiciando un tenue sonido metálico.
—¿Crees que soy idiota? —Replicó Marcos—. ¿En serio creíste que andaría con una pistola así porque sí, sin ponerle el seguro?
Roberto le miraba desconcertado. Pasó su mano por su nariz adolorida para limpiarse la sangre que brotaba de la misma. No podía dejar de mirar a Marcos, su rostro ruborizado denotaba furia contenida. Intentó recuperar el arma, sabía que ya no había vuelta atrás.
Recibió una nueva patada, esta vez en sus costillas. Se revolvió de dolor, la puntera de las botas militares que llevaba el joven, poseía un casquillo metálico.
—¿Sabes algo? —Rompió Marcos el silencio que se había instaurado, al tiempo que recogía la pistola del suelo, Roberto sólo podía mirarle adolorido desde el suelo—. Confié en ti, abrí mi alma contigo, te confesé cosas que me llevaré a la tumba y sinceramente... —Roberto intentó decir algo, pero Marcos negó enérgicamente con la cabeza y con su dedo índice hizo una señal de silencio, no le dejó hablar—. Sinceramente me has defraudado.
Roberto, se recostó a la pared lográndose sentar con sumo esfuerzo, le costaba respirar, a su edad un golpe tan fuerte como el que había recibido en las costillas, era muy peligroso. Consciente de ello, trataba de moverse lo menos posible. Milagrosamente, el golpe no había ocasionado daños mayores.
—Tenía que intentar frenar la locura que tienes en mente —susurró.
—Yo estaba tranquilo, había aceptado la jodida idea de quedarme aquí encerrado hasta que nos rescatasen —gritaba el más joven—. No iba a abrir esa puñetera puerta, pero ahora sí que lo haré. No puedo estar bajo el mismo techo que tú —dijo con cierto tono de desprecio en su voz—. Porque sé que, al menor descuido, me intentarás quitar nuevamente el arma.
Roberto le sostenía la mirada cargada de una mezcla de impotencia e ira. Por su parte, al escuchar las palabras del joven recluta, el miedo se apoderó por completo de él y su cuerpo se sacudió en su totalidad embriagado de un escalofrió repentino.
—Estuve más cerca de la muerte de lo que eres capaz de imaginar —continuó diciendo Marcos—. Vi las puertas del propio infierno en esos ojos blancos. Los enfrenté cara a cara, ¿sabes? —Hizo una pequeña pausa para tragar saliva—. Pero ni por un segundo sentí la inseguridad que siento aquí adentro contigo.
—Si abres esa puerta, nos condenarás a los dos —dijo Roberto entre dientes, podía sentir la frustración recorriendo su cuerpo.
—Detrás de esa puerta ahora mismo no hay nada —aseguró Marcos con suma seguridad en sus palabras.
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Macrófago vitae: Infección.
Science FictionTras un experimento fallido, en un laboratorio secreto de una base militar cubana; un pequeño pueblo de campo sucumbe a un apocalipsis zombi. Historias llenas de terror y desesperación, les esperan a las personas; las decisiones que tomen les cambia...