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Richard estaba cada vez más pálido y sudoroso, lo habían recostado encima de una mesa mientras planeaban la forma de salir de aquel lugar

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Richard estaba cada vez más pálido y sudoroso, lo habían recostado encima de una mesa mientras planeaban la forma de salir de aquel lugar. La puerta que dividía la cocina del comedor se estremecía cada vez más, lo que hacía que las mesas que la mantenían cerrada cedieran de poco en poco.

-Tenemos que salir de aquí -dijo José-. Tenemos que avisar al resto de la unidad.

-Creo que ya es muy tarde -dijo Tomás llevándose ambas manos a la cabeza-. Vi como una mujer acababa con un hombre cerca del dormitorio y a juzgar por los gritos de hace un rato ya todos deben de estar muertos.

-Hay que llegar al edificio central antes de que sea demasiado tarde, tenemos que avisar al gobierno de lo que sucede -dijo el doctor mientras inspeccionaba desde lo lejos a través de una de las ventanas.

-Sí, es buena idea, ellos sabrán qué hacer, o al menos vendrán en nuestra ayuda -agregó Tomás.

-¿Qué haremos con el chico? -susurró Méndez sin perder la vista del exterior.

Todos miraron inconscientemente a Richard, su pecho subía y bajaba lenta y pesadamente. Por sus venas corría Macrófagos vitae y ganaba la batalla contra las defensas de su organismo. Por el momento se mantenía con vida y permanecía consciente de todo cuanto sucedía a su alrededor, pero no tenía fuerzas para mantenerse en pie. Su herida había sido cauterizada, pero, aun así, la pérdida de sangre había sido mucha y le comenzaba a pasar factura.

-No podemos abandonarle a su suerte -susurró José al fin.

-Está infectado, sólo traerá problemas -afirmó el doctor negando con la cabeza-. Además, nos hará retrasar la marcha.

-No... no pienso dejar a mi compañero ahí tirado como a un perro, así tenga que cargarlo y correr con él en brazos nos lo llevamos -dijo Tomás en tono enfurecido y alzando la voz por encima de los decibeles normales.

El joven en la mesa ante el tono sobresaltado de su compañero, realizó un esfuerzo por erguir la cabeza, sintió una sensación de presión sobre la misma que se lo imposibilitó. Era tan fuerte que tal pareciera que le estuvieran apretando la sien con un tornillo de banco. Sin embargo, pudo observar al doctor levantar ambas manos en gesto de resignación mientras sacudía su cabeza en forma de negación.

-¿Cómo llegaremos al edificio? Por el barullo que se escucha eso allá afuera debe ser un desfile de esos malditos, así no podremos salir -intervino José tratando de centralizar el tema nuevamente.

-¡Tendremos que andar rápido! -exclamó el doctor con el rostro desencajado y ladeando la cabeza para señalar a Richard.

-¡Asere, ya basta! -protestó Tomás.

Las venas del cuello se le hincharon tanto que parecían que iban a explotar en cualquier momento, su rostro se enrojeció, aunque apenas fue perceptible debido a su raza. La piel encima de la nariz comenzó a temblarle mientras sus ojos miraban amenazadoramente a Méndez.

Macrófago vitae: Infección.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora