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Marcos se había sentado encima del mostrador de la bodega

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Marcos se había sentado encima del mostrador de la bodega. Observaba indiferente la puerta que estaba semicombada hacia dentro por los constantes golpes recibidos, a su vez, escuchaba con atención el sonido del motor del helicóptero que cada vez era más perceptible. Hacía un gran esfuerzo auditivo, pues los constantes golpes en la puerta metálica por parte de los muertos ocasionaban un eco insostenible en el local.

Roberto, ante el encierro al que estaban obligados, se había puesto a contabilizar la mercancía de la bodega, tal como planificó para esa mañana. Estaba nervioso, sabía que afuera había un verdadero peligro. De haberse quedado sin hacer nada, expectante a lo que sucediera, su mente no hubiera dejado de funcionar en cuanto al tema y eso le pondría más nervioso aún. Por tanto, hacer aquello le ayudaba a mantener la mente ocupada y no pensar en los problemas.

—Debe de estar muy cerca, cada vez se hace más fuerte —dijo Marcos—.
Sí, desde hace un rato lo empecé a notar.

—¿Crees que demoren mucho en enviar ayuda? —El joven quiso saber la opinión del mayor.

—No creo que demoren tanto. —Hizo una mueca con la boca y negó con la cabeza pensativamente—. No les conviene que esas cosas se rieguen por toda la Habana.

—¡Ni hablar! —Chilló Marcos—. Tengo familia allá afuera, no quiero que mis padres pasen por esto.

—Sí, verás que pronto estaremos fuera, continuaremos con nuestras vidas normales y todo esto será una muy amarga experiencia de la vida —dijo el bodeguero dirigiéndose hacia donde estaban los sacos de azúcar.

El motor del helicóptero en un momento dado se empezó hacer cada vez más lejano, justo en ese momento los pilotos del mismo comenzaban la retirada bajo las órdenes de sus superiores.

—¿Son ideas mías o se van? —Inquirió Marcos, sus ojos se abrieron tanto que parecían querer salir de sus órbitas.

—No sabría decirte con seguridad —Roberto se acercó al mostrador y dejó el bolígrafo con la libreta donde anotaba—. Lo cierto es que se está alejando, el sonido ya no es tan fuerte.

—¡¿A dónde creen que van?!  —Exclamó Marcos furioso—. ¡La candela está aquí coño, no allá!

Los disparos del grupo liderado por Junior se colaron en sus oídos con una nueva esperanza. Era una clara señal de mejoría, la confirmación de que el gobierno estaba interviniendo les había llegado de forma auditiva.

—Ves, ya están aquí. —Roberto esbozó una ligera sonrisa y en sus ojos se podía disfrutar la victoria.

—Ya era hora —expresó Marcos, sus manos aflojaron la tensión que tenían sobre el arma.

Los golpes en la puerta cada vez eran menos. Los zombis, movidos por el nuevo sonido de los disparos en la entrada del pueblo, estaban siendo redireccionados hacia aquella dirección. Poco a poco fueron perdiendo el interés por las presas que estaban dentro para dirigirse hacia las que estaban expuestas en la calle.

Macrófago vitae: Infección.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora