Reina fue desplazada del ángulo de disparo por un hombre vestido de militar. Una ráfaga de disparos certeros arremetió contra los zombis que tenía Méndez encima liberándolo de sus opresores. Este, sin perder un segundo se incorporó tan rápido como pudo y salió corriendo hacia su salvador. Los disparos siguieron resonando y el olor a pólvora ganó fuerza entre el desagradable olor a sangre que impregnaba las calles del Guatao.
—¿Quién eres, de dónde carajos saliste? —Quiso saber el doctor sorprendido.
—Soy Mateos, uno de los soldados que entró al pueblo, mi grupo quedó separado y me refugié en aquella casa de la esquina, pero no es momento de presentaciones, tenemos que salir de la calle, corred hacia aquella vivienda, es segura —dijo dando pasos hacia atrás sin dejar de disparar, los muertos estaban cada vez más cerca.
—Puedo ayudar si me das un arma, soy militar también, pertenezco a la base militar de las afueras del pueblo.
El soldado le miró con el rabillo del ojo, lo cierto era que Méndez a simple vista no parecía alguien que supiera usar un arma. Sin embargo, el soldado no tenía opciones, toda ayuda era bien recibida, así que, sin pensarlo, le extendió una pistola que sacó de su cinturón.
De un callejón cercano emergieron a la carrera tres personas gritando desesperados. Tras ellos, cerca de una decena de muertos les intentaba dar alcance. Eran Julio, Alicia y Roger, siendo este el más rezagado de los tres, pues su condición física poco favorable le imposibilitaba correr a gran velocidad.
El soldado, retrocediendo aún, siguió disparando. Esta vez hacia los muertos que venían detrás de los nuevos civiles que habían entrado de improvisto en la escena. Méndez, por su parte disparaba con una precisión inigualable, a pesar de estar exhausto, parecía que realizaba un simple entrenamiento de rutina y no una batalla por defender su vida, cada bala era un muerto menos del que preocuparse.
—A la casa de la esquina, ¡rápido, rápido! —seguía alentando el soldado.
Roger sufrió una caída aparatosa al enredarse con los cordones zafados de sus zapatos. Al caer, uno de los muertos se le lanzó encima, pero fue sacudido por un disparo que lo dejó sin hálito de vida al instante. El obeso chofer intentó ponerse en pie, pero fue envestido por otro cadáver. Se trataba de una mujer cuyo rostro daba miedo con la ausencia de su ojo izquierdo dejando ver una cuenca vacía y negruzca de la cual brotaba un líquido oscuro y viscoso, su cuello, estaba desgarrado casi en su totalidad. Esta vez no llegaron los disparos salvadores. El militar tuvo que hacer una pequeña pausa para recargar y Méndez lo cubría mientras lo hacía.
—¡Ayuda por favor! —gritó con voz quejumbrosa Roger mientras daba vueltas por el suelo con aquella fiera encima y evitaba ser alcanzado por sus mordiscos.
Julio corría sujetando de la mano a Alicia, la cual lograba seguir el ritmo a duras penas. Apenas sintió la voz de Roger, se volteó para ver lo que sucedía. El panorama era complicado, el militar y aquel hombre que le había cerrado las puertas a la iglesia se defendían como podían de los muertos que cada vez eran más, mientras Roger batallaba en el suelo con sus últimas fuerzas.
—Sigue corriendo, te dará tiempo entrar si mantienes el paso —le dijo y le dio un empujón a la joven para que no se detuviera. Mientras él regresó a ayudar al chofer del autobús.
Alicia no tuvo tiempo a reaccionar, cuando se dio cuenta de lo que sucedía era demasiado tarde para impedirlo, por lo que no le quedó más remedio que seguir corriendo. Así que, enfocada en su meta, observó cómo la mujer vestida de enfermera se adentraba en la vivienda.
Julio retiró por los hombros a la mujer que Roger tenía encima justo a tiempo para que no lo mordiera. Sin perder tiempo le atrabancó lo que le quedaba de cuello y trató de inmovilizarla, la mujer se revolvía con más furia mientras la presión en su cuello crecía.
Roger se levantó del suelo tan rápido como pudo y tras mirar a Julio y que este le hiciera un gesto con la cabeza de que se fuera salió corriendo tan rápido como le daban los pies.
Otro de los zombis intentó lanzarse a por Julio, pero fue repelido por dos disparos en la cabeza que le hicieron desplomarse. Julio aprovechó para librarse de la mujer y empujarla de una patada en la espalda tan lejos de él como pudo, esta sin más, se volvió a lanzar contra él como una leona a su presa, para entonces ya Julio corría a toda prisa para la seguridad del hogar.
Méndez y el soldado estaban siendo acorralados, a pesar de que cada disparo era certero, la masa de muertos vivientes parecía no tener fin, el suelo a su alrededor era un sinfín de cadáveres, pese a ello, seguían apareciendo cada vez más de cada recoveco inimaginable. El doctor aprovechó la oportunidad que se dio en un forcejeo entre un zombi y el soldado para apoderarse del boquitoqui que este llevaba a la cintura.
En un momento dado tuvieron que emprender carrera y olvidarse de disparar, de lo contrario serían superados indistintamente en cualquier momento. La carrera fue bastante exigente, les quedaba poco tiempos antes de que los muertos llegasen a la puerta de la casa y los que ya habían logrado entrar tuvieran que cerrar las puertas. Méndez, disparaba al tiempo que corría lo cual hacía que su puntería no fuera tan certera.
Sólo quedaban ellos dos por entrar a la casa, el soldado era el más rezagado de ambos, tenía a los muertos pisándole los talones, la garras iracundas de ellos lograban rozarlo y amenazaban con aferrarse a él constantemente.
Méndez llegó a la puerta y se volteó para disparar dos veces. Dos balas que reventaron los cráneos de dos de los primeros zombis de la masa.
—¡Lánzame el fusil, me quedé sin munición! —le gritó al soldado con tono imperativo.
El soldado sin mucho que hacer y faltándole apenas cinco escasos metros para llegar, le lanzó el fusil con la esperanza de que aquel hombre le ayudara a deshacerse de sus perseguidores más cercanos y que le diera tiempo llegar y cerrar las puertas.
Méndez atrapó el fusil en el aire en un acto epopéyico, acto seguido, disparó con la pistola. La bala atravesó el muslo del militar quien mostró un rostro de confusión y furia. Cayó irremediablemente al suelo con cuatro muertos encima dándole mordidas por todos lados.
—¡¡¡Hijo de putaaaaaaaaa!!! —gritaba de dolor mientras era devorado en vida por los que una vez fueron ciudadanos del Guatao.
Méndez, satisfecho con su actuar, cerró la puerta tras de sí y comenzó a pasar los cerrojos que esta poseía. Los demás se le quedaron mirando con desprecio y confusión por igual.
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Macrófago vitae: Infección.
Science FictionTras un experimento fallido, en un laboratorio secreto de una base militar cubana; un pequeño pueblo de campo sucumbe a un apocalipsis zombi. Historias llenas de terror y desesperación, les esperan a las personas; las decisiones que tomen les cambia...