Capítulo 1

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Malditos mareos

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Malditos mareos.

Me levanto por la mañana con algo de malestar. Puede deberse a una cuestión física, aunque lo que realmente siento es una sensación de ahogo que no me ha abandonado desde ayer.

Hoy es mi décimo octavo cumpleaños y no he recibido ni un solo mensaje. De nadie. Hace meses que en esta casa ya no se celebra nada. Como es habitual, mis padres no están; un silencio ensordecedor lo inunda todo y mis deseos de llorar no desaparecen por más que me esfuerce en alejarlos.

Me levanto de la cama y me visto con un jersey ancho y unos leggings. Ya no me caben mis jeans de toda la vida. Después de someterme a la prueba, el médico me confirmó que estaba embarazada de ocho semanas, y desde entonces, mi tripa no ha dejado de crecer.

Opto por peinarme con una coleta alta, maquillarme de forma discreta, y tras coger mi bolso y el abrigo, salir a la calle con la intención de tomar un poco el aire.

Llego hasta una cafetería muy bonita de la zona, refugiándome del frío. No veo nada de malo en regalarme un buen desayuno, así que busco una mesa un poco apartada y pido lo primero que veo en el menú: una porción de tarta de manzana caliente con helado de vainilla y un descafeinado con leche.

Tan pronto como me lo sirve la camarera, lo observo un instante, respiro hondo y susurro casi para mí misma:

—Feliz cumpleaños, Nora.

Una sonrisa tímida se dibuja en mi rostro antes de dar el primer mordisco a la exquisitez que tengo enfrente. Sin embargo, algo me obliga a llevarme la mano a la tripa. Un movimiento, un aleteo que me emociona hasta las lágrimas, me produce un escalofrío.

—Bebé... —Apenas puedo pronunciar esas cuatro letras que se han convertido en la razón de mi vida.

Es entonces cuando me doy cuenta de la verdadera magnitud de todo esto. Traeré un hijo al mundo y no tengo la menor idea de qué será de nosotros. Me siento confusa, pero a la vez esperanzada, porque confío en que saldremos adelante los dos. Nada es tan malo como para bajar los brazos. Lo he aprendido a base de llorar durante muchos días encerrada en mi cuarto. Nunca hubiese imaginado pasar mi cumpleaños sola, en una cafetería de Nueva York y con el corazón roto, pero jamás me había sentido tan importante para alguien.

Todavía no sé de qué color son sus ojos, aún no he visto su carita. Desconozco si es él o ella, pero el amor que siento por este pequeño que crece en mi interior es tan grande, que cruzaría mares y océanos para mantenerlo a salvo de todo mal.

Seco mis lágrimas con la mano. No sé en qué momento han comenzado a caer como la lluvia que ahora mismo empapa las aceras de esta enorme ciudad. La gente se refugia del aguacero, y algunos más previsores abren sus paraguas antes de salir a la intemperie.

Y yo...

Bueno, yo me quedo aquí pensando que ojalá note a mi bebé revolverse otra vez, porque ha sido el mejor regalo de cumpleaños de toda mi vida.

Sentirte Decir "Te Quiero" #crisálidas3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora