—¿Qué tal hoy el cole, cielo?
Mis ojos se clavan en los de mi hija que me rehúye la mirada mientras caminamos de regreso a casa.
—Bien.
La noto triste, decaída, no es mi Sophie. Ella es alegre, dicharachera, elocuente y siempre tiene una salida ocurrente con la que hacerme reír.
Pasé un rato en el despacho de la directora, exponiéndole mis miedos y mis dudas, aquello que me preocupaba y que me amargaba a partes iguales. Porque una cosa es saber que no podrás evitarle el sufrimiento por más que te lo propongas, y otra muy distinta es aceptarlo. Ver a un hijo lidiando con las burlas de un niño que se entretiene fastidiando a los demás, no es plato de buen gusto para ninguna madre.
De la charla saqué dos cosas en limpio. Una, que ese niño sería castigado debidamente, previa tutoría con sus padres; y otra, que tendría que sentarme a hablar con Sophie para que se desahogara, sacando de dentro todo aquello que le duele y que seguramente oculta para no preocuparme. Asumirlo ha sido lo más duro. Entender que quizá mi hija se calla ciertas cosas por no herirme, me dejó destrozada. Por ese motivo, en cuanto entramos en casa y dejamos los abrigos, me apresuro a sentarme con ella en el sofá con la intención de hablar sin tapujos.
—¿Quieres que te prepare un batido? —Niega con la cabeza enérgicamente, por lo que decido darle su espacio—. Vale, voy a la cocina a por algo de beber.
Pero su pregunta, que surge de repente dejándome sin palabras, me detiene en seco.
—¿Quién es mi papá?
Siento el suelo abrirse a mis pies; tengo que ser sincera conmigo misma, sabía que este día llegaría más pronto que tarde, pero qué difícil es afrontarlo.
—Bueno... —Suspiro, infundiéndome ánimos, porque los voy a necesitar—. No le conoces, hija. No he tenido contacto con él en mucho tiempo.
—Pero... ¿me quiere?
Un dolor punzante se aloja en mi pecho. Me incorporo, tomando sus manitas entre las mías, pensando en una respuesta honesta, pero lo menos dañina posible.
—No lo sé, cariño.
¿Será que en otro universo Rick se hubiese interesado en conocer a Sophie? ¿Qué habrá sido de su vida? ¿Habrá formado una familia o, por el contrario, seguirá siendo el donjuán que me dejó tirada al enterarse del embarazo? Es curioso cómo la mente selecciona qué vivencias borrar y cuáles resaltar. Apenas puedo recordar la imagen de aquel chico irresponsable que decidió seguir su camino sin considerar la posibilidad de contactar con su hija.
Sophie me observa de hito en hito, como si no se creyera que, por una vez en la vida, no tenga una respuesta clara que darle al respecto. ¿Cómo le haces entender a una niña de siete años que su padre prefirió mirar hacia otro lado cuando se enteró de su existencia? Los míos nunca han sido dignos de admirar en ese sentido, pero al menos yo sabía quiénes eran. Para bien o para mal, estaban presentes, eso no puedo negarlo. Y como si Sophie me leyera el pensamiento, cae una segunda pregunta que me destroza aún más por dentro.
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Sentirte Decir "Te Quiero" #crisálidas3
RomanceDos rayas rosas pueden cambiar tu vida para siempre, y Nora lo sabe mejor que nadie. Porque cuando la prueba de embarazo resulta positiva, se convence de que su vida dará un giro de ciento ochenta grados. Álex se ha forjado un futuro lejos de su pa...