Álex se ha ido y la sensación que me ha quedado ha sido amarga. ¿Por qué se comporta de esa manera? ¿Qué es lo que pretende? ¿Qué ha significado ese «no puedo parar» que me ha dedicado cuando ha estado a punto de besarme?
Tan abstraída estoy en mis pensamientos, que no me doy cuenta de que Demyan se ha sentado en el sofá, mientras Sophie le enseña el juego de maquillaje que su hermano le ha comprado. No solo eso. Le está pintando las uñas.
—Pero... Sophie. ¿Qué haces?
—Déjala —me corrige él tan suelto—. Me gusta el morado.
—Y a mí. Te queda superguay —le dice mi hija, admirando el resultado tras decorarle la primera mano.
Me aguanto la risa, porque esto es increíble. Demyan. El empotrador, el insoportable, el maromo tatuado de un metro noventa, dejándose pintar las uñas como si estuviera en un salón de belleza.
—Sophie, tenemos que trabajar.
—¡Ya termino!
Sin decir una palabra más, me dirijo a la cocina para preparar un picoteo. Tendremos para rato y no pienso pasar hambre; con el estómago vacío soy incapaz de pensar. Además, lo ocurrido esta mañana con Álex me ha puesto de los nervios, y necesito masticar algo sólido, o moriré de la ansiedad.
Las horas se nos pasan entre decidir el repertorio de canciones para esta noche y ensayar a capela un par de temas que Demyan y yo cantaremos a dúo. Siempre me dice que lo suyo no es el canto, sino el bajo, pero yo considero que tiene una voz preciosa, ronca y rasgada, que, mezclada con la mía, resulta muy interesante. Aquel día que interpretamos juntos el tema de Pink metidos en el almacén, algo se encendió. Fue... mágico. Se trataba, no de una simple canción, sino de un diálogo fluido entre dos personas que se dicen muchas cosas, que se expresan sentimientos...
Escogemos uno que es muy conocido, pero que sabemos que alucinará al público. Demyan no pierde tiempo en enviarle la lista a Frank, y más tarde estamos los tres sentados a la mesa comiendo una tabla de quesos y embutidos. Sophie bebe un refresco, y nosotros un par de cervezas.
—Me voy a jugar —anuncia ella al terminar, saliendo como un torbellino rumbo a su cuarto.
—Vale. Lávate los dientes. —Me dirijo a Demyan y lo pillo metiéndose una aceituna a la boca—. Cuando le regalan juguetes, no se aguanta a estrenarlos.
—Es una cría cojonuda.
Sonrío por el halago y él se queda mirándome más de lo que debería.
—¿Qué?
—Nada. Solo pensaba.
—¿En algo bueno?
—Muy bueno. —Me sonrojo y decide cambiar de tema para no incomodarme, aunque el que escoge tampoco es que me haga mucha ilusión—. ¿Qué hay del padre de la niña?
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Sentirte Decir "Te Quiero" #crisálidas3
RomanceDos rayas rosas pueden cambiar tu vida para siempre, y Nora lo sabe mejor que nadie. Porque cuando la prueba de embarazo resulta positiva, se convence de que su vida dará un giro de ciento ochenta grados. Álex se ha forjado un futuro lejos de su pa...