Me despierto confundido. Son las siete de la mañana y el timbre suena incesantemente. Doy un salto, levantándome del sofá en cuanto me percato de que ya debería estar saliendo rumbo al bar.
—Mierda...
Corro hasta el intercomunicador, y cuando atiendo, veo el rostro de Steph reflejado en el monitor.
—¿Álex?
—Sube —le ordeno sin darle demasiadas explicaciones, aunque sé que me las pedirá.
Habíamos quedado en desayunar juntos en el bar, ya que mañana viaja a... bueno, a alguna de las ciudades a las cuales la destinan por trabajo, y presiento que no nos veremos en unos cuantos días.
Me froto la cara buscando a mi hermano. Oigo a lo lejos el ruido de la ducha, así que opto por dejarlo en paz. Cuando el timbre vuelve a sonar, me apresuro a abrir la puerta.
Stephanie me contempla confusa. Las pintas que llevo no son las mejores. No me ha dado tiempo a vestirme, ni a peinarme; soy un desastre.
—Me he quedado dormido. —Y haciéndome a un lado la invito a pasar con un gesto de manos.
—Creo que desde que te conozco, es la primera vez que te sucede.
—Han sido días muy duros.
—Ya veo.
Tuerce el gesto e inspecciona rápidamente el salón, encontrándose con algunos vasos sucios sobre la mesa y la chaqueta de Demyan tirada de cualquier manera encima de una de las sillas del comedor.
—Perdona, no me ha dado tiempo a recoger.
—Tranquilo, no pasa nada.
Pero pasa. Stephanie es una obsesa del orden y la limpieza. Le jode tremendamente que la reciba de esta manera, y aunque no me lo diga, sé que, en su fuero interno, está poniendo a parir a mi hermano en este mismo instante.
—¿Dónde está?
Y tan pronto como lo pregunta, el muy cabrón aparece, tal como Dios lo trajo al mundo, secándose el pelo con una toalla y mirándonos con cara de nada. Sí, cara de nada. Existe esa expresión. Es como si no le importara en absoluto mostrarse en pelotas frente a mi novia, que lo observa con los ojos abiertos como platos.
—¡Dios mío! —Stephanie ahoga un grito, y se gira de inmediato tapándose la cara—. ¡Álex, dile al macarra de tu hermano que se ponga algo encima!
El aludido levanta una ceja y se aproxima extendiéndole la mano. Stephanie lo ignora por completo.
—Hola, cuñadita, encantado de conocerte.
—Demyan, ¿quieres hacer el favor de vestirte? ¡Estás en mi puta casa!
—Ok.
Sale como si le hubiese dicho que me alcance un vaso de agua, se mete en mi habitación y saca un calzoncillo de mis cajones. «¿Pero qué coño...?».
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Sentirte Decir "Te Quiero" #crisálidas3
RomanceDos rayas rosas pueden cambiar tu vida para siempre, y Nora lo sabe mejor que nadie. Porque cuando la prueba de embarazo resulta positiva, se convence de que su vida dará un giro de ciento ochenta grados. Álex se ha forjado un futuro lejos de su pa...