Capítulo 28

67 15 0
                                    

Aterrizamos en el aeropuerto de Los Ángeles a las once de la mañana, hora local

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Aterrizamos en el aeropuerto de Los Ángeles a las once de la mañana, hora local. Frank y Demyan se ocupan de ir a por las maletas, mientras le envío un mensaje a Álex para que sepa que hemos llegado bien. También le escribo a Martha, quien me hizo el favor de dejar a Sophie en el cole esta mañana. Nuestro vuelo salía muy pronto, así que se ofreció a echarme una mano. Siempre digo que Martha ha sido como una madre para mí, la abuela que Sophie nunca tuvo, pese a que mis padres la han visitado de vez en cuando, pero más por compromiso que por otra cosa.

Sintiéndolo en el alma, ya he asumido que no la quieren y mi hija también lo sabe, solo que es demasiado lista como para decirlo en voz alta. Se lo calla, lo oculta, porque es algo que me hace sentir terriblemente mal y su intención siempre es verme contenta.

Sonrío al recordar a mi princesa. No veo las horas de que llegue la noche para conectarme con ella y con Álex y que me cuenten qué tal han pasado el día.

—Ya tenemos todo. Según dijeron los de la discográfica, un coche nos esperaría fuera —advierte Frank mientras andamos juntos hacia la salida.

Al abrirse las puertas, vemos a un hombre sosteniendo un cartel con el nombre de nuestra banda. Demyan no puede ocultar su orgullo al leerlo, al igual que el resto. Creo que todavía ninguno de los tres somos conscientes de lo que esto significa.

Salimos y el aire primaveral de California nos da la bienvenida. El termómetro marca veinte grados y nos ha obligado a dejar de lado las chaquetas, quedándonos en manga corta.

Subimos al coche de alta gama y el chófer nos conduce al hotel. Me alucina recorrer las calles de esta emblemática ciudad. Las palmeras, la playa, la atmósfera que parece cargarse de grandeza y fama en cada uno de sus rincones. Casas espectaculares, lujo por donde se mire... Todo llama mi atención.

Llegamos al Four Seasons de Beverly Hills. Una joya cinco estrellas, ubicada en el corazón de Los Ángeles. Creo que en mi vida había sido testigo de semejante opulencia. Cuando era pequeña viajábamos con mis padres a la costa oeste, pero nuestro hotel era normalito, uno de los del montón. Pero esto...

Dios... es increíble.

Un hombre vestido de traje y guantes blancos abre la puerta de cristal, invitándonos a pasar. No puedo evitar mirar a Demyan, quien parece tan obnubilado como yo.

El suelo de mármol, la enorme lámpara de araña que cuelga en el centro del salón, los sillones tapizados en tonos grises, tan elegantes como el resto de la estancia...

Al entrar en la habitación, me quedo de piedra. Se trata de una suite decorada con buen gusto, que cuenta con un saloncito, con un amplio sillón y una tele, sin dejar de lado el gigantesco ventanal con vistas a la ciudad. ¿Y la cama? Dos plazas, edredón mullido y cojines de esos que te invitan a dormir unas doce horas seguidas.

—Vaya...

No soy capaz de decir otra cosa. ¿Así vivirán las estrellas de rock una vez que comienzan sus giras? No sé si llegado el caso podría llegar a acostumbrarme a esto. Es todo tan diferente a lo que conozco. A mi trabajo en el bar, a la vida tranquila que llevo con mi hija —y ahora también con Álex— en Nueva York...

Sentirte Decir "Te Quiero" #crisálidas3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora