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Emil 

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Emil 

La oficina del despacho del decano de asuntos estudiantiles se siente más pequeña a medida que el señor Miller, me muestra lo que tengo que pagar para el nuevo semestre.

—Existen becas y ayudas que le pueden beneficiar, señorita Turner —el señor de algunos cincuenta, con cabello castaño claro, algunas canas, ojos rasgados y una barba que lo hace ver como el señor de los cielos, me ofrece una sonrisa de disculpa —. Esto es lo que me pasaron de la oficina de recaudaciones—me extiende la hoja.

La observo con una mueca de miedo. Escucho un tic, tac, tic, tac. La hoja es una bomba y yo soy el soldado novato que no tiene idea de lo que hace. 

—Yo no puedo pagar esto, es demasiado —suelto la hoja como si quemara y me pongo de pie llevándome las manos a la cabeza —. Hasta aquí llegó mi carrera. Soy una fracasada, adiós a mi sueño de ser abogada.

—Está usted adelantándose a los hechos, le he dicho que —lo interrumpo.

—¡Mis calificaciones dan pena, señor! —le digo mostrándole la hoja que resume lo mal que estoy en la universidad. Mis manos tiemblan —. Nadie va a darme una beca.

—Por supuesto que —lo vuelvo a interrumpir con mi drama.

—¡Ni por fea me darán una beca! —lloriqueo.

Se queda un momento en silencio mientras continúo caminando de un lado a otro sintiendo que se me hunde el pecho, la carrera y las ganas de vivir.

—Hay una forma de que le ofrezcan una beca —dice de pronto. Me detengo para mirarlo levantarse del asiento, se coloca los botones del chaleco y camina hasta un estante con carpetas. Abre una que dice CEDU y lee algo rápidamente —. Hay una ayuda especial a los estudiantes que forman parte de la CEDU —me explica.

—¿Y eso es? —pregunto confusa. Me hace un gesto con la cabeza para que me acerque.

—El Consejo Estudiantil de la Universidad —me muestra la hoja —. Si eres parte del grupo que maneja las actividades para estudiantes, te van a dar una beca. Pero esto debe ser un secreto, puedo meterme en problemas por sugerirle eso. 

—Estoy dentro —digo quitándole la hoja de las manos y observándola como si fuera mi salvación.

De fondo se escucha el cantar de ángeles y la hoja desprende una luz brillante de esperanza. Mi corazón palpita por la emoción, mi pecho se infla de orgullo. Esto es. Esto es lo que necesito para poder estudiar otro semestre.

—Deberá inscribirse en las votaciones y si obtiene la mayoría de los votos, el puesto es suyo —escucho como si un globo reventara y parpadeo con un nudo en el estómago.

Hago una mueca de dolor. Me dio justo en la escasa vida social que poseo.

—¡Pero si nadie me conoce! —le digo desesperada.

La mayoría de mis clases son en la noche y no hablo con mis compañeros. La vida estudiantil es algo que no poseo. En las mañanas me dedico a cuidar a mi abuela Carlota, que tiene Alzhéimer y está encamada. 

—Le sugiero que se apresure y haga amigos —me dice con media sonrisa a medida que me hace un gesto para que me largue de su oficina.

Ya parece harto de mi drama. 

El señor Miller siempre ha sido tan amable conmigo y me soporta cuando vengo a quejarme. Además, siempre me sugiere que vaya con el consejero estudiantil, pero prefería descargar mis frustraciones con él. Lo veía como un padre y al parecer,  no le molestaba escucharme.

Le gustaba el chisme, que no se haga. 

Cierro la puerta detrás de mí.

¿Cómo inicio una campaña para obtener votaciones si nadie me conoce?  

¿Cómo inicio una campaña para obtener votaciones si nadie me conoce?  

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Creer que sí (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora