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Emil 

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Emil 

Extiendo un papel con mis datos estudiantiles a cualquier persona que me pasa por un lado. Me he despertado temprano para poder darme a conocer. En el papel dice mi nombre, quién soy, qué estudio y el puesto al que aspiro.

Llevo dos semanas repartiendo volantes, conversando con algunos estudiantes y motivándolos para que entren a la página oficial de la universidad a votar por mí. Mañana cierran las votaciones y estoy algo desesperada. Si no gano tendré que darme de baja y renunciar a mis estudios. No permitiré eso. 

Suelto un bufido al sentarme en un banquito. Una chica me observa desde la distancia y se acerca a mí. Tiene el cabello rubio y ojos verdes.

—¿También estás promocionándote para que voten por ti?

Me giro en su dirección.

—¿A qué puesto aspiras?—le pregunto. Si es mi rival le quitaré todos los volantes y me iré corriendo. 

—Tesorera —suspira —. ¿Y tú?

—Secretaria—hace una mueca.

—Es el puesto más difícil, tendrás que soportar regaños, tu vida pasará a segundo plano y tendrás que pasar demasiado tiempo con la persona que vaya a ser presidente. Será el fin de tu vida social.

«Como si tuviera».

Me encojo de hombros.

—Lo haré, tengo una meta y es seguir estudiando —le confieso. 

Asiente con una sonrisa y extiende su mano en mi dirección.

—Soy Bianca Palmer.

—Yo soy Emil Turner.

—Bueno, Emil —me dice —. ¿Quieres ir a tomar algo?

Me levanto como un resorte.

—Por favor, muero de sed —ambas avanzamos por el sendero que lleva a la salida. 

Conversamos a gusto y me emociona el hecho de que estoy haciendo una nueva amiga. Cruzamos la carretera chismoseando sobre su exnovio. De repente, un auto negro aparece de la nada y casi me atropella a mí. 

Siento cómo mi alma abandona mi cuerpo y golpeo el auto—. ¡Imbécil! ¿Te regalaron la licencia de conducir?

Bianca intenta sujetarme para que no descargue mi furia contra el auto.

Estoy tan alterada. Me suelto de su agarre y camino hecha una furia hasta la llanta y la pateo, la puerta del lado conductor se abre de golpe y  por ella sale el hombre más guapo que he visto en mis veintidós años.

¿Ya morí?

—Deja de patear mi auto, ridícula—suelta con fastidio y mirándome de mala gana. 

Su rostro sin alguna expresión, cabello oscuro como la noche, rostro proporcionado, facciones marcadas, mirada penetrante con ojos que parecen negros y labios gruesos.

¿Me llamó ridícula?

—Eres un idiota, ¿no vas pendiente a la calle? —me acerco y empujo su duro pecho.

Agarra mis muñecas cuando lo intento empujar nuevamente. Mi respiración está agitada, la suya calmada. Mi rostro rojo por el coraje, el suyo serio. Yo enojada, él sereno.

Un cosquilleo extraño recorre mis brazos al sentir sus dedos ásperos rodearme las muñecas. 

—No me toques —demanda soltándome de golpe y da un paso hacia atrás —. En mi defensa, ustedes aparecieron de la nada.  Es una suerte que frené a tiempo sino la historia seria otra. 

—Contigo en la cárcel por asesino—digo de mala gana. 

—Contigo aplastada como una tortilla de maíz. 

Suelto una risa absurda y volteo a mirar a Bianca que está incómoda mirando hacia ambos lados. Algunas personas se han arremolinado a nuestro alrededor para vernos discutir como una pareja de divorciados.

—¿Y encima te atreves a culparme? —pregunto irritada —. ¿No tienes nada de vergüenza?

—Solo relato los hechos y eres una despistada que no mira por dónde va caminando —es lo último que dice al girarse y meterse al auto.

Le muestro el dedo del medio demasiado enojada y toca el claxon para que me salga de su camino. Continúo insultándolo mientras Bianca, junto a otra persona que no conozco me agarra por la cintura para llevarme a la orilla.

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Creer que sí (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora