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Edan

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Edan

Parece que estoy flotando en una nube cuando Emil me lleva hasta la salida. No puedo creer lo que acaba de pasar. Cierra la puerta detrás de ella y se cruza de brazos. Su pierna se mueve con ansiedad. Me permito observarla ahora con la claridad que proporciona el sol.

Tiene algunas pecas que no se notan por el maquillaje que usó la primera vez que la conocí. Ignorando todas las heridas puedo asegurar que es bellísima. Sacudo el rostro intentando concentrarme en lo que sale de sus labios, pero no logro entenderla.

—Genial, ahora por tu culpa la abuela piensa que somos marido y mujer —suelta molesta. Cierro los ojos intentando recuperar el oxígeno. No puedo creer la cantidad de cosas que han pasado en tan solo un día.

—Es culpa tuya, no le hablaste con la verdad —digo muy enojado. Ella se indigna—. Yo solo vine a ayudar y terminé casado contigo.

Sé que todo es falso y de que no es posible sin firmar los papeles, pero en su momento estaba asustado. El corazón todavía martillea con fuerza dentro de mi pecho. Ella se ríe. ¿Siempre se burla de una situación tan seria como esta?

—Yo no te mandé a aparecerte por aquí, —se defiende—. La mayoría del tiempo ella está en completo silencio y a veces parece que me odia solo a mi. Sin embargo, cuando parece recuperar la cordura pasan cosas y tienes la mala suerte de aparecerte precisamente hoy.

—Solo estaba preocupado por ti —ella agita las manos.

—No tienes que hacerlo, yo estoy muy bien.

Sus labios se arrugan en una mueca.

—No estas bien —resalto ese hecho —. Solo finges estarlo, pero estas asustada, igual que tu tía.

Ella se mueve de un lado a otro. La sigo con la mirada.

—Edan...tú también lo estarías si alguien te amenaza con vender tu virginidad—se detiene soltando un jadeo y mirando el anillo—. Si tenemos la mala suerte y ella recuerda lo que pasó aquí, va a estar jodiendo con eso—señala la puerta. El cambio tan abrupto del tema me deja confundido.

—Estoy preparado para lo que sea—rueda los ojos.

—No conoces a la abuela —me dice irritada —. Querrá ver sus bisnietos correteando por ahí.

Hago silencio.

—Tal vez se le olvide.

—No lo sabes —suspira. Doy un paso en su dirección. Se lleva un mechón de cabello detrás de la oreja.

—Solo quiero protegerlas de ese imbécil.

—¿Por qué? —hace la misma pregunta que hace un rato —. Y no me vengas con que puedes y quieres. Habla con honestidad.

—Me siento muy culpable que acabaras en la calle y quiero...ayudar. Además, no sabes si sea capaz de aparecer hoy para terminar lo que comenzó.

No entiendo por qué no solo acepta y ya. Es increíble que tenga que suplicarle a alguien que está en peligro. ¿Por qué es tan testaruda? Se pasa las manos por la cara y a mi mente llega ese beso que me dio en la comisura del labio. Ni siquiera puedo explicar lo que sentí, pero me puso nervioso.

Hecho rarísimo en mí porque podía manejar las emociones. No obstante, hoy bajé todos los muros frente a ella, y es sorprendente la manera en que eso parece no importarle. Emil es la primera persona que no me juzga al mostrarme tan real, tan humano. La mayoría del tiempo solo finjo una sonrisa de cordialidad o actúo con frialdad.

—Está bien —suelta de la nada —. Viviremos contigo.

Suelto un suspiro.

—Pero tengo una condición —dice observando hacia otro lado —. Le dirás a tu novia —me tenso —. Aquí y ahora. Y la pondrás en altavoz, quiero escuchar lo que piensa.

Tan solo pensar en la explicación que le daré a Juliette, me tiemblan las manos. Frente a ella, saco mi móvil y marco el número de Juliette. Pongo el altavoz.

Amor —se escucha algo agitada, pero con la voz sensual—. Je pensais à toi tout à l'heure, je me touche.

«Estaba pensando en ti justo ahora, me estoy tocando».

Cierro los ojos sintiendo vergüenza, Emil toca mi hombro. Al observarla me doy cuenta de que no entiende nada.

—Mi amor —comienzo a decir, Emil voltea la mirada para otro lado —. Tengo que hablar contigo.

¿Qué ocurre?

Respiro profundamente. No sé por qué me preocupa su reacción. Siempre hemos sido completamente honestos, pero tengo miedo de lo que ella  pueda pensar.

—Resulta que tengo una amiga que está pasando por una situación delicada y necesita un lugar para vivir. Ella y su familia están en peligro.

Siento el cambio en el tono de voz de Juliette.

¿Y de cuando acá tú tienes amigas? —tenso mis labios.

—La conocí en—me interrumpe.

¿Desde cuando eres el señor Caridad? —está enojada. Emil mantiene la mirada en el suelo.

—Solo estoy avisándote porque... voy a ayudarla.

Juliette suelta una carcajada sínica. Esta no es ella, siempre ha sido comprensiva. Nunca le ha dado la espalda a quien más lo necesita.

—Si metes a esa tipa en tu casa, olvídate de mí.

Eso me pone entre la espada y la pared. Cambio el tono de voz a uno meloso y me arrepiento al instante porque Emil eleva ambas cejas. Nunca me ha escuchado hablar así.

—Hermosa —digo con lentitud —. Tú sabes que te amo a ti, no sientas inseguridad. Recuerda lo que nos prometimos —hace silencio —. En cuanto me gradúe regresaré a ti.

No lo sé, Edan —dice en voz baja —. ¿Es bonita?

La pregunta me toma desprevenido. Emil espera mi respuesta en completo silencio. La observo fijamente. Esos ojos que parecen tristes, esos labios carnosos y rosados, su rostro delicado con algunos lunares y pecas, ese cuerpo de guitarra... es preciosa.

—Es muy fea —respondo con firmeza.

Emil entrecierra los ojos.

Vale, si es fea puedes ayudarla.

Suelto un suspiro de alivio.

—Gracias hermosa, hablamos más tarde —digo en voz baja.

Te amo —me dice soltando un jadeo.

—Yo te amo más —respondo.

Cuelgo la llamada. Ni siquiera sé si pueda mirar a Emil a la cara. Ambos hacemos silencio por unos segundos hasta que ella rompe el silencio:

—Así que soy fea —murmura observándome fijamente, no le respondo.   



Dato curioso: El nombre de Edan se pronuncia <<Idan>> y el de Chantel, se pronuncia <<Shiantel>> ¿por qué? Porque yo soy la presidente :)



Creer que sí (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora