Edan
Descargo la última maleta y entro a la casa. Mis padres están en el comedor. Los saludo levemente con la mano y continúo mi camino. Es tan extraño para mí regresar a esta ciudad. Había pasado tres años en Francia. Y no había sido por decisión propia.
Observo mi antigua habitación y mantengo la mirada fija en la cama. Era la cama de un niño con ilusiones y con metas claras.
Y yo ya no era nada de eso.
Simplemente era un ente vacío, sin aspiraciones y con ganas de alejarme de todo lo que me recordaba a aquel suceso que cambió mi vida.
Pero por supuesto, aparentar era mi segundo nombre.
Al final no saque mi ropa. Creí que sería una buena idea volver a vivir con ellos, pero lo único que siento es rechazo y algo de asco.
Regreso a la cocina. Mamá intenta darme un abrazo, pero le dejo muy claro con la mirada que no quiero.
—Me alegra que estes aquí —dice con la sonrisa radiante. Es mi madre y por supuesto que la quiero, fue la persona que me trajo al mundo. Pero no por eso voy a olvidar tan fácil.
Asiento en respuesta. No soy de hablar demasiado. Mi padre baja la mirada de algunos papeles mientras toma café.
—¿Qué harás? —pregunta. Yendo directamente al grano. Ambos somos tan parecidos, nunca nos vamos con rodeos ante algo importante.
—Lo primero es conseguir mi propio apartamento —digo dando varios pasos por la cocina —. Lo segundo, que me facilites el papeleo para transferirme a la universidad donde trabajas y lo tercero, no se metan en mi vida. Ya lo hicieron una vez, pero ya no más.
Les digo en un tono duro.
—Te has vuelto tan insensible, hijo —murmura mi madre, sus ojos cristalizándose.
—Ustedes me convirtieron en esto —le respondo sin alguna emoción en el tono de voz.
Mi padre se pone de pie y avanza en su dirección, no sin antes lanzarme una mirada asesina.
Salgo de la casa y en la calle, frente a un auto de lujo está Jomar. Alguien que no he visto por casi cuatro años.
—Edan Miller —suelta un silbido —. Pensé que te morirías por allá —dice con algo de drama y avanza en mi dirección.
—Jomar Smith —digo con apatía —. Veo que no has cambiado.
Me da una palmada en el hombro.
—No voy a admitirlo frente a todos, pero te extrañé —dice tensándose —. Me alegra verte, Miller.
—Sí, como sea —respondo alejándome de él —. ¿A qué vienes?
Sonríe ampliamente y me extiende unas llaves. Las llaves de un Audi negro R8. Observo las llaves en mi mano con mucha confusión.
—¿Recuerdas que a los catorce años vendiste tu motocicleta para ayudarme económicamente? —asiento—. ¿Recuerdas también que a los quince vendiste tu piano porque no tenía dónde caerme muerto? —me tenso.
Se remueve el cabello y observa hacia otro lado.
Jomar había sido mi único y mejor amigo. Una pareja de ancianos lo adoptaron a los diez años y dos años más tarde ambos fallecieron. Bueno, la señora falleció primero y tres meses más tarde, el señor también se murió. Mi amigo terminó viviendo solo, no tenía ni un peso. Yo quería verlo bien así que hacia lo posible para que no pasara hambre. Me daba rabia que mis padres nunca aceptaron a que viviera con nosotros.
—¿Qué significa esto? —cuestiono con el ceño fruncido.
—Es para ti —mis ojos se abren con horror e intento entregarle la llave, pero levanta las manos.
—Jomar, no nos hemos visto hace años —digo con molestia —. No puedes simplemente llegar un día y ofrecerme un auto. Es demasiado raro.
Se cruza de brazos.
—Veo que sigues siendo el mismo malagradecido de siempre. ¿No puedes solo aceptarlo y cerrar la boca por un rato? —pregunta con molestia —. Para mí sigues siendo mi amigo y voy a recuperar todos estos años en los que estuviste fuera. Yo creo en ti—y eso último lo dice con algo de complicidad —. Siempre te creí, Edan. Lo que pasó con—interrumpo.
—No hables de eso —murmuro irritado volviendo a mirar la llave —. Esto es demasiado, Jomar.
—Solo cállate y acéptalo.
—¿Cómo lo conseguiste? —me relajo un poco.
Aunque también lo extrañé no iba a aceptarlo. Ambos nos acercamos al auto y me inclino para observar las llantas, la puerta, la parte trasera. En mi interior estaba teniendo un momento de fanático por los autos, pero por fuera estaba serio.
—Bueno, deja te paso el chisme —dice divertido —. Entremos —me hace un gesto para que entre al auto. Abro la puerta y el olor a nuevo se incrusta en mis fosas nasales. Todo está cubierto de plástico. De ser una persona con mecanofilia seguramente habría tenido una erección.
—Es nuevo —menciono con asombro.
—Solo lo mejor para mi mejor amigo —sonríe ampliamente. Entonces suelta un suspiro —. Bueno, la cosa es que alguien que conocía a mis verdaderos padres, me contactó porque la hermana de mi madre me dejó una herencia. Una bien gorda.
Elevo ambas cejas.
—Vaya...
—¿Te lo imaginas? —pregunta con la mirada perdida—. Un día estaba buscando en la basura para comer y al otro, ya era millonario. Fue una suerte, si te soy honesto.
—La verdad es que sí.
—Vamos a mi casa —dice entusiasmado. Pero frunce el ceño observando la casa de mis padres —. ¿Vas a vivir con ellos? ¿Después de lo que te hicieron?
Me tenso y llevo mis manos al volante.
—Iba hacerlo, pero tan solo puse un pie en la casa y todos esos recuerdos me invadieron. No puedo volver.
—¿Qué harás?
—Buscar un lugar —me encojo de hombros.
—Bueno, Edan, te llegó tu navidad. Vas a vivir en mi mansión, tengo seis habitaciones. Tendrás para escoger.
—No.
—Ah, que molesto y odioso te has vuelto —se queja —. Déjame devolverte todo lo que hiciste por mí, Edan.
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Creer que sí (+18)
Romance[Historia Completa] Cuando Emil Turner se ve a punto de tener que renunciar a sus estudios, aparece una solución, pertenecer a la CEDU, es decir, Consejo Estudiantil de la Universidad. Ella no contaba con que sus planes se verían perjudicados por Ed...