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Emil

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Emil

Edan se acerca a ella y se inclina para que mi abuela lo pueda escuchar.

—Emil está en peligro y quiero que vengan a vivir conmigo. Solo así puedo protegerlas —mi abuela frunce el ceño. Luego sus ojos observan las manos de Edan.

—¿Y dónde está el anillo?

Edan voltea a verme más confundido que piojo en peluca. Yo también muevo mi mano indicando que no tengo idea lo que quiere preguntar.

—Si eres el prometido de Emil, debes tener el anillo contigo —dice con molestia. Oh, oh.

Luego se inclina hasta una cajita y con las manos temblorosas la abre. Edan intenta decir algo, pero me acerco rápidamente para darle un pellizco en el brazo. Cuando la abuela se enoja pierde un poco los estribos.

Él me observa con los ojos abiertos mientras retrocede. La abuela saca un par de anillos. Aguanto las ganas de reír. Chantel también tiene cara de susto.

—Yo soy juez, ¿sabes? —dice la abuela con una sonrisa nostálgica —. La mejor en los años sesenta.

Me sorprende mucho la fluidez con la que se expresa. Llevo tanto que no la escucho hablar así. Obviamente, ya se ha retirado, pero ella no lo recuerda y no tengo el corazón para decirle. Mi abuela es mi inspiración por eso estudio para ser abogada.

—Es impresionante —dice Edan algo incómodo.

—Acércate, muchacho.

Al ver que no se mueve, le doy un ligero empujoncito. La abuela le ordena a Chantel que coloque varias almohadas para sentarla. Edan se detiene frente a ella, parece un cachorro asustado. Mi abuela le extiende los anillos. El presidente del CEDU se queda mirando los anillos, confuso.

—Tú también, Emil —mi cuerpo se tensa. Chantel me da el mismo empujoncito que le di a Edan. Lo observo de reojo.

—Tu nombre —ordena la abuela.

—Edan Miller.

—Unan sus manos —tenso mis labios al ver la cara de susto que tiene Edan. Le hago un gesto para que agarre mis manos—. ¿Quieren casarse? —pregunta.

Mi cuerpo se sacude porque aguanto las ganas de reír y siento que Chantel me da una patada en la pantorrilla. Me pongo seria, el rostro de Edan palidece.

—No —dice en voz baja y agradezco que la abuela tenga problemas auditivos.

—¡Sí! —digo casi en un grito.

—Digan sus votos.

Al ver que Edan no abre la boca, suelto un suspiro dramático.

—Edan, desde que te vi bajo ese frondoso árbol, mi vida no ha vuelto a ser la misma. Te amo, ya no quiero estar lejos de ti —digo tensando mis labios. Una lágrima se me escapa. De esas cuando intentas no explotar en una carcajada.

Él abre la boca, pero se enreda al hablar.

—Yo...tú...Emil, n-no —parpadea repetidas veces, su respiración se agita —. Esto se está saliendo de las manos —susurra en mi dirección para que la abuela no escuche.

—Sigue el maldito rollo, —susurro—. ¿Vas a romperle el corazón a una anciana? ¿Eres así de cruel?

—No he escuchado los votos de Edan —nos recuerda la abuela.

—Emil, eres buena persona —le sale demasiado falso y ruedo los ojos. Muevo el rostro para que continue —. Te...amo.

—Nos reunimos esta tarde para unir en matrimonio a Edan Miller y a Emil Turner... —la abuela comienza con un discurso que nos pone nerviosos—. Ahora intercambien anillos.

Las manos de Edan tiemblan y se ve tan tierno y chistoso que solo quiero reírme, pero por respeto a la abuela permanezco seria. Edan pasa el anillo por mi dedo anular y yo hago lo mismo. Por alguna razón, sus manos agarran las mías y baja la mirada, con un ligero enrojecimiento en las mejillas. ¿Por qué Edan tiene que ser tan guapo?

—Al mantener sus manos unidas, se están aceptando como marido y mujer. Se deben honrar, amar y apoyarse por el resto de sus vidas —por primera vez en muchos años, la veo sonreír. Chantel se cubre la boca al notarlo—. Por la autoridad que me ha otorgado el estado de la Florida, yo los declaro marido y mujer. Pueden besarse.

Me inclino en dirección a Edan, él permanece congelado en la misma posición. Totalmente incrédulo de que esto esté pasando. Le doy un beso en la comisura del labio, lo hago de forma que la abuela piense que lo he besado. No se me olvida que tiene novia y que todo esto es falso.

—Les deseo la mejor de las suertes —ella extiende ambas manos, Edan y yo las sujetamos —. ¡Tengo el honor de presentar al señor y la señora Miller! ¡Que vivan los recién casados!

Chantel aplaude demasiado emocionada para mi gusto y me suelto del agarre de la abuela.

—Gracias Chelu, vengo enseguida.

Agarro el antebrazo de Edan y lo arrastro hasta la salida. Esto le pasa por meterse en casa de alguien que no conoce. 


Nota: 

Esto no será una historia convensional y estará llena de giros inesperados. ¿Qué piensan hasta el momento? 



Creer que sí (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora