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Edan

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Edan

A eso de las doce de la mañana, mi móvil suena y tanteo la cama para alcanzar el aparato. Con los ojos entrecerrados intento leer el nombre, pero solo aparecen un montón de números y me lo llevo al oído. No sé quién podría estar llamando a esta hora.

¿Edan? —me incorporo de golpe al reconocer la voz de Emil.

—¿Emil? —mi respiración se agita, porque su voz suena débil. Estoy seguro de que algo le ha pasado —. ¿Dónde estás? ¿Estás bien?

¿Puedes venir por mí? —su voz se quiebra —. Estoy en la estación de policías...

Busco rápidamente unos zapatos y salgo de la habitación dando largas zancadas. Bajo corriendo los escalones y avanzo hasta el elevador.

—¿Qué está pasando? —cuestiono. Mi pecho se aprieta al escuchar sus sollozos.

—Edan...todos están muertos.

Un frío de terror me atraviesa el cuerpo, las puertas del elevador se abren y entro rápidamente.

—Emil... ¿qué significa eso?

Fred los ha matado a todos —su llanto es incontrolable —. Y Gust...él murió intentando protegerme de los disparos —su voz se apaga.

—Voy a ir por ti, no te muevas de ahí. ¿De acuerdo?

Esperaré por ti, Edan —es lo último que escucho antes de que cuelgue la llamada.

Cierro los ojos sintiendo un dolor en el corazón. El hecho de que no los conociera bien y que solo me hayan prestado sus servicios durante pocos días, no significa que no me afecte. Estoy seguro de que algunos de ellos tenían familia. Mi móvil vuelve a sonar, pero esta vez se trata de la agencia de guardaespaldas.

—Señor, lamentamos informarle el deceso de cuatro de nuestros guardaespaldas. Estamos llamando para informarle que, más personas estarán en la puerta de su hogar dentro de tres horas.

—Ya me he enterado... ¿Les harán un velorio?

—Señor, se les ha notificado a los familiares de Holland, Colton, Watts y Gust. Nosotros nos encargaremos de todo, por favor, le pedimos que no se involucre ya que puede traer disgusto a los familiares.

—Es que por mi culpa —la mujer al otro lado me interrumpe.

—Los que entran a la compañía entienden los riesgos y están de acuerdo con los mismos. Usted contrató un servicio, ellos murieron cumpliendo su labor—hace un silencio. Mi respiración se agita—. Me han notificado que la señora Miller está a salvo.

—¿Quién se lo ha notificado?

—Tenemos nuestros contactos —me informa en un tono profesional —. Por nuestra parte, se comenzará una investigación en conjunto con la policía. Esto es una situación complicada y la vida de su esposa y la suya, está en peligro. Les recomiendo esperar a nuestros guardaespaldas y no moverse sin ellos.

—De acuerdo.

Corro hasta el auto y me dirijo hasta la estación de policías que queda a media hora desde donde vivo. La rabia me nubla la vista y tengo que sacudir el rostro varias veces. Fred es un cabrón que merece pudrirse en la cárcel.

Estaciono mal el auto y salgo con prisa. Todo está demasiado oscuro y el estacionamiento solo es alumbrado por un par de postes de luz. Me acerco hasta la entrada de la estación y empujo la puerta del lugar. En el mostrador, hay un policía casi dormido.

La sala está completamente vacía, a excepción de una personita que se encuentra recostada en dos sillas; acurrucada y temblando. Mi respiración se corta y el corazón se me encoge al verla tan indefensa. Está completamente mojada, con el cabello que se le pega al rostro, descalza, con varias heridas en las rodillas, rostro con marcas rosadas y un vendaje en el brazo derecho.

Caigo de rodillas frente a ella. Una de las peores cosas que había aprendido desde que la conozco es que no podía verla herida, me provocaba un sentimiento horrible en el estómago.

Sus ojos se abren e inmediatamente comienza a llorar, no sin antes lanzarse sobre mí. Caemos hacia atrás y ella se sienta a horcajadas encima de mis piernas. Sus delgados brazos me rodean por el cuello. Mis manos la rodean por la cintura y siento su respiración agitada en mi cuello. Suelto un suspiro controlado al sentirla tan cerca.

—Edan, sácame de aquí —me pide apretándome contra ella. Se separa de mí y mis ojos escanean todo su rostro. Aparto unos mechones de su mejilla y limpio una gota de sangre en su ceja derecha.

—Ya estas a salvo—digo con lentitud volviendo a mirarla.

En un impulso que no puedo entender, mis manos acunan su rostro y dejo varios besos sobre sus labios. El deseo de sentirla se apodera de mí.

—Pensé que te perdería —confieso en voz baja.

Ella lleva sus manos a mi cabeza y acaricia mi cabello recibiendo mis besos. Su lengua se introduce en mi boca y la recibo ansioso, como si nunca la hubiera besado. Mientras nos besamos, mi mano acaricia su mejilla con delicadeza.

—Estoy bien, Edan —murmura, vuelvo a dejar otro beso sobre sus labios.

—Vámonos.

Ambos nos ponemos de pie y entrelazando sus dedos con los míos, la guío hasta fuera del lugar. Una vez dentro del auto, ella tiembla en el asiento y me quito la camisa.

—Póntela—asiente y se levanta el vestido para quitárselo, al estar tan mojado le es difícil, así que la ayudo a quitárselo. Intento ignorar sus pechos que han quedado expuestos. No es momento para pensar en otras cosas. Lanzo el vestido detrás del asiento y vuelvo a mirarla al tiempo que se pasa la camisa por la cabeza para cubrirse.

—Edan—me vuelvo a acercar a ella sujetando su mentón y dejo un beso sobre su cuello.

—Hablamos en el penthouse.

—Está bien—susurra. 



Creer que sí (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora