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Emil 

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Emil 

La alarma a las seis de la mañana suena y quiero estrellar esa cosa contra el suelo. Pero me digo a mí misma que no puedo costearme otro.  Momento LATAM. Corro a mi computadora y la enciendo, la maldita debe tener un virus o algo porque tarda mil años luz en cargar la página oficial de la universidad.

Cruzo mis dedos.

Chantel se asoma por la puerta, es la hija menor de la abuela, es decir, mi tía. Es veinte años mayor que yo y es soltera. Las dos siempre nos sentamos a quejarnos sobre nuestra desastrosa vida amorosa mientras vemos cómo la perra de Rose dejó morir a Jack. ¡Él dio su vida por ella y ni se conocían! A la verdad que cuando es cuestión de supervivencia, los seres humanos se vuelven egoístas.

Como yo. Que no me gustaba compartir mis almendras.

—¿Ya cargó la página? —se adentra a mi habitación con dos tazas de café, me extiende una.

—Mis bisnietos ya hicieron su familia y todavía esta mierda no carga.

Ella hace una mueca.

—Debe ser el internet, ha dado problemas desde ayer. Y con estas lluvias...siempre es igual.

—¡Maldita pobreza! —me quejo golpeando la mesa de madera y que tiene una pata medio rota. Mi tía la sujeta de un lado para que no se caigan todas las cosas—. Este tiene que ser el peor Reality Show. ¡Te vas a ir a la quiebra! Nadie quiere saber sobre mi aburrida existencia—grito a nadie en particular mirando a mi alrededor buscando alguna cámara oculta.

—Emil Turner y su vida ordinaria —menciona Chantel pensando en un título para el programa —. Las crónicas de una chica aburrida y pobre.

Lloriqueo colocando el pedazo de madera en el suelo para que la mesa quede a nivel.  

—No juegues con mis sentimientos —ella suelta una carcajada.

—A mí me gusta ver programas aburridos, si hay alguien haciendo un Reality de tu vida, van a tener popularidad solo por las críticas. Ya sabes, porque a nadie le interesa tu vida y porque das mucha pena —se interrumpe cuando la observo de mala gana.

—No aportas en nada, fuera de aquí —señalo la puerta, que no es una puerta sino una cortina.

En esta casa no hay puertas porque antes de que mi abuela quedara encamada, se encerró en una habitación a fumar, algo que tenía prohibido. Y lo peor fue que estaba fumando de la verde, ya saben a lo que me refiero. 

—Amo tu drama matutino —responde en cambio y dejando un beso en mi mejilla —. Te amo Mili, mejor ve a la biblioteca de la universidad a ver si ganaste.

Asiento todavía refunfuñando, me coloco ropa decente y camino hasta la universidad. Es una suerte vivir a dos cuadras. Avanzo por el jardín y admiro las flores. Son tan bonitas y no tienen deudas, como yo.  Yo tengo que ayudar a mi tía con la abuela, trabajar de medio tiempo en dos lugares distintos, pasar los exámenes y dormir. No tengo tiempo para nada más. 

 Me dejo caer frente a uno de los computadores de la biblioteca y lo enciendo. Entro a la página oficial y busco la sección de ganadores. Ignoro a los demás candidatos y me enfoco solo en mi nombre.

Mi boca se abre.

—¡He ganado! —levanto los puños y hago reverencias a cuatro personas que me ignoran por completo. El de la biblioteca me regaña y me vuelvo a sentar. Busco cuántas personas votaron por mí y hago una mueca. 

He ganado por seis votos. Soy tan lamentable. Recuesto el rostro en el teclado pensando en lo patética que soy y recuerdo que debo entrar al correo electrónico. Guardo mi drama para más tarde. 

¿Ahora qué prosigue?

Entro a mi correo electrónico y me encuentro con el mensaje de felicitaciones del señor Miller. En el correo da las instrucciones y pasos a seguir. A las nueve de la mañana me toca reunirme con los que serán mis compañeros a partir de hoy.

Estoy emocionada porque eso implica que no tendré que renunciar a mis estudios.  

«Prometo dar lo mejor de mí».

Duermo un rato en la sala de estudios que queda apartado del mostrador y cuando dan las nueve, camino hasta la sala del CEDU. Queda cerca de la cancha de baloncesto. Empujo la puerta y no hay nadie.  

La sala es algo acogedora, con una mesa circular en el centro, ocho sillas giratorias. Una sección apartada con un enorme sofá, una mesa de noche y algunos libros en una estantería. Hay una planta en una esquina, pizarra y fotografías de los compañeros de la CEDU que estuvieron en años anteriores. 

En cuanto tomo asiento, un grupo de personas se adentra a la sala. Reconozco a Bianca, la chica con la que fui a tomar algo al bar que queda cerca. Ella me saluda con un abrazo, los demás toman asiento en silencio y todos esperamos. Ninguno sabe quién es el presidente. 

A las 9:30 am, la puerta se vuelve a abrir.

Esto tiene que ser una broma. 

El chico que casi me convierte en papel y que encima me llamó ridícula, entra con un traje de saco, con el cabello engominado y zapatos de vestir. Mi cuerpo entero se tensa. Es un hombre que impone respeto.

 —Si ya estamos todos, comencemos—dice con formalidad y escucho algunas chicas suspirar.

 —Si ya estamos todos, comencemos—dice con formalidad y escucho algunas chicas suspirar

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Creer que sí (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora