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Edan

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Edan

«Quiero darte una mamada». Mi pene se endurece al recordar a esa chica arrodillada frente a mí. Me paso la mano por el rostro con irritación. ¿Qué rayos estuve a punto de hacer?

Respiro con dificultad, no he podido dormir. No he dejado de pensar en Emil Turner. Han pasado dos días de mierda. Estoy tan molesto conmigo. Perdí el control frente a ella, algo que no pretendía hacer. ¿Por qué no pude controlarme? ¿Por qué no pude fingir? 

Observo el reloj, son las tres de la mañana, en unas horas tendremos la primera reunión. 

Me vuelvo a recostar en la cama y suelto un suspiro. Mi mano derecha viaja a mi entrepierna, lo tengo muy duro. Lo saco fuera del bóxer y aprieto mi longitud realizando movimientos ascendente y descendente. Mis ojos se cierran y a mi mente llegan imágenes de Juliette. Mi cuerpo entero se estremece. Placer acentuándose en mi dura longitud.

Me muerdo los labios, pero de repente, una imagen intrusiva me provoca tensarme.

Emil Turner. 

Con su mirada altiva, con la burla en sus labios y la sonrisa traviesa. Mierda. Me pongo de pie nuevamente y camino hasta la ducha, un baño de agua fría tal vez ayude. 

Logro dormir una hora. A las nueve tendríamos la reunión.

Cuando entro a la universidad estoy irritado, enojado y agotado. Me parece que he llegado una hora antes. Me acerco a la oficina, pero por el pasillo y a una gran distancia, me percato de que hay un chico con las manos apoyadas en la pared. Frente a él una chica, no logro verle el rostro, pero intenta empujar al chico por los hombros.

Suelto un suspiro y me volteo para abrir la puerta. No debería entrometerme. Ese acto había provocado que me enviaran a otro país hace tres años.

—¡Que me sueltes! —un grito agudo llama mi atención y vuelvo a mirar.

Esta vez me doy cuenta de que el chico intenta besar a la chica a la fuerza. Ese cabello corto. Mi cuerpo se tensa al notar que es Emil Turner, y no pienso demasiado cuando avanzo por el pasillo dando largas zancadas y alejo al chico de golpe.

—¡Ey! —se queja empujándome por los hombros, al ser más alto que él, no me mueve ni un pelo. Parece consiente de que no puede conmigo e intenta golpearme, lo esquivo y lo agarro por el brazo haciéndole una llave que lo inmoviliza.

—¿Quién es este payaso? —le pregunto a Emil, quien tiembla de miedo.

—Mi exnovio —responde en voz baja.

—Soy tu novio —le responde el chico —. ¿Para qué me buscaste ayer entonces?

Inmediatamente me siento como el mal tercio y suelto al chico. Él se aleja de mí rápidamente y voltea a mirar a Emil.

—A veces eres un enigma. Nunca puedo entenderte—le dice sacudiendo el rostro —. Mejor no vuelvas a buscarme si es para verme la cara de pendejo.

Se aleja de nosotros. Yo me giro para caminar hasta la sala y dejo la puerta abierta detrás de mí, asumiendo que ella vendrá. 

Me dejo caer en la silla giratoria y apoyo el rostro en la mesa. Algo impropio de mí, pero tengo mucho sueño.

—Gracias —me dice moviéndose por la oficina, escucho sus pasos ir de un lado a otro.

—Hmmm —respondo adormilado. Se detiene frente a mí y deja una taza humeante. El olor a jengibre entra por mi nariz —. Gracias, no era en serio lo del té —susurro dándole varios sorbos. Ella se sienta a mi lado apoyando los codos sobre la mesa.

—Pensé que hablabas en serio.

—Solo estaba alterado —confieso de pronto —. Lamento hablarte de esa forma. Estaba algo frustrado, mi padre me postuló sin mi consentimiento y me enteré esa misma mañana.

Por alguna estúpida razón le estoy diciendo todo eso. Ella ladea el rostro y suelta un suspiro.

—También lamento mucho lo de la última vez —habla con la mirada perdida en el centro de la mesa —. Yo sé que me pasé demasiado ofreciéndote una mamada, pero no puedo perder mi puesto, ¿entiendes?

Me tenso porque no me esperé que sacara el tema de forma tan casual.

—Que no se repita, respétate.

—Eres tan borde.

—No soy borde, solo soy excesivamente honesto. No puedo evitarlo, sin embargo, estoy trabajando en eso.

—Trabaja con más pasión —me dice soltando una risita.

Me permito escanear sus facciones. Sus ojos parecen tristes, labios rosados y gruesos. Lleva una camisa que deja al descubierto sus hombros y noto que tiene un tatuaje pequeño con el símbolo de infinito. ¿Por qué alguien como ella se humillaría a tal punto de ofrecerle una mamada a alguien por mantener un puesto? 

—Nunca te había visto, ¿eres nuevo? —se inclina sobre la mesa imitándome. Apoyo el mentón sobre la mesa.

—Me mudé hace varias semanas.

—¿De dónde vienes?

—Viví muchos años aquí y después me mudé a Francia.

—Nunca he viajado—suelta un suspiro —. Debe ser increíble tener esa clase de privilegios.

Hago una mueca. ¿Clase de privilegios? A mí me llevaron a ese lugar a la fuerza. La observo en silencio, ella pasa un dedo encima de la mesa. Se muerde los labios mirando ese punto, hasta que sus ojos conectan con los míos.

Y mi pecho se aprieta. 

—¿Cuáles son tus aspiraciones, Emil Turner? —pregunto solo para conocerla. 

—Solo quiero graduarme y trabajar en una empresa que me deje suficiente dinero para vivir sola.

—¿Con quién vives?

—Con mi abuela y tía. No tengo padres —sus labios se tensan —. ¿Qué hay de ti?

Parecía irreal que hace dos días estuvimos discutiendo y ahora nos hablamos con tranquilidad.

—Vivo solo.

Eleva ambas cejas.

—Una vida de ensueños, tienes la vida que quiero —parpadea mirando la pared frente a nosotros —. ¿Intercambiamos?

Mis labios se tensan. No lo llamaría vida de ensueños. 

 

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Creer que sí (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora