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Edan

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Edan

Cuando logro separarla de Emil, Juliette tiembla y me espanto porque nunca la he visto de ese modo. Así que, cometo el terrible error de intentar tranquilizarla frente a Emil. Estoy tan sorprendido por todo lo que ha pasado en menos de cinco minutos que apenas escucho las cosas que salen de la boca de Juliette, solo quiero que todo se termine.

Bajo la cabeza todavía pensando en lo imbécil que soy por soltar algo tan delicado de esa forma y me llevo a Juliette conmigo. Ambos subimos por las escaleras y aprovecho unos segundos para mirar a Mili.

Se ha quedado congelada en el mismo lugar observando el suelo con una mueca.

Le rompí el corazón.

Cuando entramos a la habitación, Juliette se aleja de mi agarre con violencia. Camina de un lado a otro soltando insultos mientras agarra lo primero que encuentra y lo lanza en mi dirección. No sé cuántos objetos he esquivado, solo sé que el último que era parte de la decoración me golpea el abdomen. Me llevo la mano a ese lugar.

—¿Qué mierda te pasa?

Se detiene para encararme. Nunca le he hablado así.

—¡¿Qué mierda me pasa?! —cuestiona alzando el tono de voz —. ¡Me engañaste con esa asquerosa perra!

—Cuida tus palabras, Juliette —suelto enojado pateando algunas cosas que se interponen en mi camino, me detengo frente al ventanal frente a la cama—. No hables así de ella.

—No pensé que fueras capaz—murmura, volteo a mirarla—. Permití que la ayudaras, prometiste que no me engañarías...confié en ti, Edan —se limpia las lágrimas observando el suelo —. Fuiste infiel...

Permito que me grite todo lo que quiera. Cuando parece cansada de todo este lio da unos pasos en mi dirección y sus brazos rodean por la espalda. No entiendo por qué me está abrazando. Me tenso en el momento que entierra su rostro en el centro de mis omoplatos mientras solloza.

—Si me dices que ella lo hizo para pagarte, te voy a perdonar—su voz suena amortiguada, pero logro entenderla—. No quiero romper contigo, te amo.

Mis cejas se hunden al escuchar semejante disparate. Niego separándola de mí.

—Yo siento algo por ella y es mucho más fuerte de lo que pensé.

Por primera vez acepto mis sentimientos.

—Ambos queríamos que pasara—suelto una exhalación.

Por supuesto que no le gusta mi respuesta porque retrocede unos pasos. Por alguna razón se observa las manos.

—No es cierto—intenta convencerme—. No puedes sentir nada por ella, ¡es una indigente! Seguro se mete drogas y se acuesta con medio barrio. Todo en ella grita pobreza. ¡Que asco!

Creer que sí (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora