Emil
Cuando las ráfagas de placer me atraviesan con violencia me sacudo bajo Edan Miller. No se ha separado de mí, solo sigue moviendo su dedo en mi apretado interior. Mi mente está en blanco. No puedo siquiera razonar. ¿Qué acaba de pasar? ¿Estoy teniendo un sueño húmedo o de verdad Edan acaba de hacerme tener un orgasmo? Esas preguntas llegan en cuanto la cortina blanca que nubla mi mente cae tan de golpe como la manera en que se pone de pie frente a mí.
Me observa con las pupilas dilatadas, su respiración acelerada. Espero que diga algo, pero solo se relame los labios y se gira para salir de la habitación.
—Oh, no —me pongo de pie para seguirlo.
A mí no me va a dejar tirada después de chuparme como helado de feria. Esto tenemos que hablarlo. A mí no me va a dar esa frialdad que dan los chicos cuando quieren huir de lo que han hecho.
Lo sigo por el pasillo hasta que llega a lo que parece ser su habitación e intenta cerrar la puerta, pero la empujo. Ni siquiera me he vuelto a colocar la braga. Así que, aquí estoy yo, con Pancha al aire libre. Él retrocede y sus ojos viajan hasta mi entrepierna. Sus ojos se cierran.
—Cúbrete.
—Explicaciones —digo cruzándome de brazos e ignorándolo—. Ahora.
Sin decir nada, comienza a negar y se cubre el rostro. Mi pierna se mueve con desesperación mientras espero que diga algo.
—Yo...no... —se enreda al hablar —. Es que, n-no sé qué...yo, tu estabas y... mierda —suelta frustrado sin poder expresarse correctamente.
¿De verdad es el presidente de la CEDU? ¿De verdad es el CEO de una maldita empresa? ¿En serio es el chico que parece controlar sus emociones las veinticuatro horas del día?
—¿Qué edad tienes? —pregunto de la nada. Su ceño se frunce.
—Veintitrés.
—Recobra la maldita compostura, tú no eres así —suelta un suspiro y como ya estoy acostumbrada, su expresión cambia. Serenidad adornando su hermoso rostro.
—Emil, no puedo excusarme —dice con tranquilidad —. Deseaba probarte, eso es todo.
Tan guapo como tan franco. Me gusta.
—¿Y por qué ibas a dejarme tirada?
—No sabía qué decir —murmura observando hacia otro lado.
—No vas a morirte por hablarme, Edan. Somos adultos.
Camina hasta la cama y se sienta apoyando sus codos en las rodillas.
—No debió ocurrir. Esto solo complicaría las cosas.
Mi sangre comienza a calentarse.
—Si la situación fuera viceversa, ¿qué habrías hecho?
Espero por su respuesta.
—Te rechazaría—murmura después de unos segundos.
—Exacto, porque recordarías que—tomo un respiro antes de decirlo—, tienes novia.
—Mierda —susurra.
—Tú eres el que ha complicado las cosas.
No dice nada y eso me enoja más.
—No puedes simplemente hacer lo que hiciste y pretender que yo lo olvide, Edan —mi cuerpo tiembla, una nube roja posándose sobre mi cabeza.
—Emil...la carne es débil.
—Con ese cuento a otro pastor —me cruzo de brazos —. Entre nosotros ha cambiado algo y no quieres aceptarlo.
Levanta el rostro para mirarme a los ojos, me asusta la frialdad en ellos.
—Todo sigue exactamente igual.
—No es así —digo acercándome a él. Sus ojos se vuelven a desviar a mi zona V y me extiende la sábana.
—Cúbrete, por favor —le doy un manotazo a esa mano, la baja con resignación.
—Si crees que voy a ser la puta que te baja la calentura porque tu novia está en el carajo, te equivocas.
—Te bajé la calentura yo, tú no hiciste nada.
Mi boca se abre. ¡Ah, caray, es cierto!
—Y no te lo pedí —digo irritada, ambos soltamos un suspiro.
—No debiste gemir tan fuerte.
—No debiste entrar —respondo más enojada que antes —. Me siento usada, Edan.
—Tranquila, no se repetirá.
Y escucharlo tan brusco, duele.
—Eres una mierda de persona, Edan Miller.
Retengo las ganas de llorar y salgo de la habitación. Es una suerte que no hicimos nada más.
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Creer que sí (+18)
Romance[Historia Completa] Cuando Emil Turner se ve a punto de tener que renunciar a sus estudios, aparece una solución, pertenecer a la CEDU, es decir, Consejo Estudiantil de la Universidad. Ella no contaba con que sus planes se verían perjudicados por Ed...