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(Advertencia: vayan a rezar)

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Edan

En cuanto confieso mis sentimientos ella se congela. Ni siquiera parpadea, solo permanece con sus manos a los lados de mi rostro. No es que me sienta arrepentido de soltarlo así, pero tengo miedo de lo que pueda pasar después de aquí. Mi más grande miedo estaba delante de mí. La única persona que tenía el poder de hacerme feliz y al mismo tiempo, de lastimarme.

Con todos esos miedos acumulándose en mi pecho, comienzo a ser consciente de que ella está mirando el rastro húmedo que han dejado mis lágrimas. Parece absorta en algún pensamiento que la lleva a soltar varias lágrimas.

—No puedo creerte—susurra con la voz ahogada. Mantengo mis manos a los lados de mi cuerpo y mis ojos enfocan los suyos. Estoy ansioso por abrazarla, pero temo por su reacción.

—Estas en todo tu derecho— apoyo mi frente en la suya, sintiendo que mi corazón se aprieta con los minutos—. Esa es mi verdad, Mili. Te amo como jamás he amado a alguien. Voy a entenderlo si me quieres lejos, no quiero—me interrumpo soltando un suspiro—, no me gustaría alejarme de ti, pero voy a respetar tu decisión. Me marcharé.

Se mantiene en silencio por lo que parecen segundos, sus manos siguen en mi rostro, pero ahora deja leves caricias en la comisura de mis labios. Mi mente viaja al primer día que la vi pateando mi auto, el primer día en la reunión, sobre su cama, intercambiando anillos, las discusiones, sus labios sobre los míos, su cuerpo pidiendo mis caricias, su llanto por mi rechazo, nuestra primera cita...todo me atraviesa tan de golpe que mi instinto es rodearla por la cintura para sentirla. Ya no me importa si me rechaza. Quiero tocarla por última vez antes de que todo entre nosotros se acabe.

—Iniciamos algo a espaldas de tu exnovia—comienza a decir, se separa levemente para subir la mirada—. Todo lo que empieza de esa forma...termina mal.

Suspiro acariciando su espalda de arriba abajo.

—Tienes razón, pero sabes que no soy así. Jamás en la vida lo habría hecho de no ser porque me vuelves loco, porque te deseo...porque te amo, Emil. Llegaste a mi vida para liberarme de la prisión en la que yo mismo me encerré. En donde me escondí por miedo a que la gente me viera perder el control. La mierda por la que tuve que atravesar por defender a alguien que me importaba.

Aunque no me lo ha pedido le hablo sobre lo que me ocurrió hace tres años. Ella solo hace algunas preguntas y las respondo sintiendo que me arde el pecho. Me detengo solo para recuperar el aliento. Ella no deja de observarme fijamente.

—Dolió, me quemó, se sintió como morir en vida, pero luego apareciste en mi camino como un huracán repleto de alegría, sarcasmo, altanería y amor. Despertastes sentimientos que creí que ya no sentiría. ¿Cómo pretendes que no sienta todo esto por ti cuando gracias a ti estoy cambiando? ¿Quieres saber por qué?

Creer que sí (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora