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Emil

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Emil

El sol ya comienza a alumbrar toda la ciudad cuando recuesto mi rostro en el sofá para observar el techo. Tuve una noche horrible, apenas pude dormir por las pesadillas y esta mañana cuando bajé a la cocina me encontré con Chantel quien casi le da un infarto al ver mi rostro.

—Prometo que estoy bien —digo para tranquilizarla.

Ella está a mi lado con las manos temblorosas mientras termino de relatar todo lo ocurrido el día anterior. Obviamente, exceptuando todo lo que pasó con Edan, eso era algo que no iba a volver a mencionar en mi vida.

Estúpido, Edan Miller, con cara tan linda pero una boca que arruina todo lo demás.

—Emil, hay que huir del país, por lo menos hasta que lo encuentren, no quiero que te haga algo —dice llevando la taza de café a sus labios, sin embargo, sus manos tiemblan tanto que decide que no es buena idea y deja la taza en la pequeña mesa decorativa.

—Esa rata debe estar escondida en una alcantarilla sucia —digo con el ceño fruncido mientras llevo una cuchara de helado a mi boca.

Recuerdo que es el favorito de Edan. Nunca pensé conocer a alguien que le gustara el helado de pistacho. Suelto un suspiro de nostalgia.

—Un hombre como él siempre encuentra la manera de terminar lo que empezó, Emil —me recuerda mi tía agarrando mis manos. Sus ojos están cristalizados, el miedo recorriendo sus facciones —. Te iba a secuestrar, Emil, no le salió y terminó con la vida de todos esos hombres inocentes...no puedes confiarte.

—De acuerdo —murmuro observando por el ventanal.

Ella intenta levantarme el ánimo durante las siguientes dos horas, pero es imposible. Tengo una mezcla en la mente que apenas logro concentrarme en sus palabras. Vuelvo a levantarme para buscar más helado y me acurruco cerca de ella.

—Sigo sin entender lo que le ha pasado a ese chico, era buena persona —murmura acariciando mi cabello.

—Cuando papá fue asesinado junto al suyo, me echó la culpa y desde entonces me ha odiado.

—¿Ni siquiera dejó que te explicaras? —hago una mueca al escucharla.

—¿Explicarme? Yo no fui la que decidió que sería buena idea iniciar una guerra con una pandilla poderosa que no tiene miedo a jalar el gatillo. Mi padre y el de Fred sabían las consecuencias.

Ella hace un silencio y suelta un suspiro.

—Yo no sé qué le vio Marla, honestamente —murmura con un nudo en la garganta. Hablar de mamá, su hermana mayor, todavía duele —. Le dije muchas veces que no me daba buena espina, pero ella se enamoró perdidamente.

«El amor es demasiado complicado».

Unos pasos por las escaleras hacen que mi cuerpo entero se congele, por más que intento evitar voltear a mirar, no logro hacerlo. Mis ojos se desvían hasta el primer escalón donde el imponente, Edan Miller, se encuentra con un traje de saco ya planchado, cabello engominado, dos sortijas en sus dedos marcados por las venas y un reloj plateado.

Creer que sí (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora