Emil
La reunión continúa por media hora, la verdad que escucharlo hablar me irrita. Es tan estirado, arrogante, borde y no me cae nada bien.
¿Prepararle un té? Que se vaya a freír chuleta.
—Doy por finalizada la reunión de hoy, señorita Turner, quédese un momento, tengo que conversar con usted.
Me enojaba tanta formalidad. El tipo parece tener mi edad.
Me tenso en mi posición mientras los veo a todos despedirse de forma profesional. Bianca voltea a verme con horror y me hace un gesto de que me desea lo mejor. Todos van saliendo, dejándome a solas con Edan Miller.
Me observa en completo silencio por unos minutos. Comienzo por desesperarme.
—¿Qué? —cuestiono aburrida—. ¿Te gusto? ¿Me vas a sacar una foto?
Sus labios permanecen en una línea recta. Entonces, se pone de pie, se abrocha los dos botones del saco e inmediatamente pienso en el señor Miller, ¿será su padre? No se parecen mucho.
Comienza a caminar en mi dirección. Yo mantengo la mirada perdida en la pared. ¿Aquello es un moco verde pegado a la pared? Que asco.
—Escúchame una cosa, ridícula—sí, eso ha salido del presidente recto, serio y sereno Edan Miller.
Sus manos se apoyan a los lados de donde se colocan los codos de mi silla giratoria. Invade mi espacio personal por completo. Lo miro de forma altiva, a mí no me va a intimidar un imbécil al que le regalaron la licencia de conducir y que no tiene madera para ser presidente de nada.
—Que sea la última vez que me hablas de esa forma frente a todos — suelta disgustado—. Decidí ignorarte y tienes suerte de que lo haya hecho.
Mis labios se ensanchan.
—¿He tocado un punto sensible? —suelto una risita —. Edan Miller, no he dicho nada que no sea cierto —digo con burla. Sus ojos se oscurecen. Parece reunir paciencia, pero falla terriblemente. Su ceño se frunce mirando mis labios.
Olor a colonia de hombre y menta se mete por mi nariz. Que rico huele.
—No vas a provocarme —susurra. No sé si me lo dice a mí o lo dice para convencerse. De pronto, se aleja de golpe llevándose las manos a la cabeza. Balanceo mi cuerpo de un lado a otro y acaricio un mechón de mi corto cabello.
—Así que, ¿estás alterado? —cuestiono poniéndome de pie. Su respiración parece agitada, y se aleja a medida que camino en su dirección—. Pensé que no reaccionabas ante nada, señor presidente—vuelvo a burlarme.
Su cuerpo se pega a la pared y parpadea como si estuviera enojado con él mismo. Parece tener una batalla mental. Sin embargo, no me espero lo que pasa a continuación.
Su expresión cambia abruptamente.
—Voy a despedirte —dice de pronto, con tranquilidad. Como si tuviera la capacidad de apagar sus emociones como cuando mueves un interruptor para apagar la luz. ¿Qué rayos?
Me quedo en silencio por unos segundos. Él camina hasta el escritorio, acomoda la carpeta ignorándome y se dirige a la salida. Me atravieso en su camino.
—Fuera de mi vista.
—No me saques del grupo, por favor —suplico consiente de que, si me echa, este es mi fin. ¿Por qué no puedo solo guardarme mis opiniones para mí misma?
—Tarde —murmura, intenta pasarme por un lado.
—Haré todo lo que me pidas —digo desesperada, me observa fugazmente—. ¿Quieres un maldito té? Listo, lo tendrás en tu escritorio en cada reunión. ¿Quieres que agende tus citas con el dentista, con alguna novia o con tus padres? Lo haré.
Adiós dignidad.
—Debió pensarlo antes de intentar dejarme en ridículo frente a todos—vuelve a decir. Esta vez abre la puerta. Sujeto su brazo.
—Considérelo, Miller—le pido—. No volveré a faltarle el respeto, lo prometo.
—No creo en promesas—responde con seriedad—. Ya me has demostrado la clase de persona que eres. No necesito personas como tú en este equipo: ignorantes, altaneras e irrespetuosas.
—¿Y tú no te has visto? —cuestiono explotando con rabia —. Que pretendes ser un hombre pacífico y formal cuando eres un idiota sin nada de paciencia.
—Porque tú me provocaste. No me agradas y si te dejo en el equipo, no va a funcionar —escupe con molestia. Ese estado de tranquilidad se va al carajo. Y es mi culpa.
—Y yo no soporto a los estirados que se creen mejor que otros por tener un puesto que no le sienta nada —le digo sacudiendo el rostro. Ambos respiramos agitadamente. Siento que la tensión se puede cortar con un cuchillo.
Solo quiero patearlo y salir de aquí.
—Si no te sales de la puerta voy a llamar a seguridad —me advierte. Se le marca una vena en la frente.
Intento controlar mi respiración. Se ve que está demasiado molesto, pero sospecho que no es tanto por mí. Algo lo tiene así y voy a descubrir lo que es. Pero por ahora, intentemos la peor auto humillación que tengo en mi repertorio.
—Edan —me acerco a él, da varios pasos hacia atrás y sus caderas tocan la mesa. Apoya ambas manos a los lados y me observa fijamente. Sus ojos parecen atravesarme como dagas —. Necesito estar aquí, de lo contrario, me correrán de la universidad —doy otro paso, su mirada sigue mis movimientos mientras me voy acercando.
—No tiene sentido. ¿Por qué te correrían? —pregunta con seriedad. Me detengo en medio de sus piernas y me meto entre ellas. Su ceño se frunce y su respiración se acelera.
—No es importante ahora —susurro, arrodillándome frente a él. Sus ojos se abren en completo asombro y llevo mi mano a su entrepierna. Aprieto varias veces y al instante, siento la dureza—. Estoy dispuesta a darte una mamada, Edan Miller, si con eso logro que me dejes quedarme.
No... ¿Qué mierda estoy haciendo? Por Dios, hasta dónde llega mi desesperación.
La mano de Edan Miller me detiene. Miro hacia arriba, su respiración agitada.
—Aléjate —me pide con impotencia—. Ahora—suelta un jadeo y se muerde los labios. Estoy tan confundida y al mismo tiempo, tan excitada. ¿Qué?
—Quiero darte una mamada—le confieso bajando el cierre de su pantalón. Parpadea un par de veces, antes de agarrar mi muñeca y obligarme a ponerme de pie. Me observa unos segundos antes de subirse el cierre y salir de la sala dando un portazo.
¿Significa que me quedo o ya firmé mi sentencia de muerte? Me cubro el rostro para llorar. No tengo dignidad.
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Creer que sí (+18)
Romance[Historia Completa] Cuando Emil Turner se ve a punto de tener que renunciar a sus estudios, aparece una solución, pertenecer a la CEDU, es decir, Consejo Estudiantil de la Universidad. Ella no contaba con que sus planes se verían perjudicados por Ed...