𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝐼𝒳

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—¿Estás lista? —pregunta Charles desde el pequeño salón.

—¡Voy! —exclamo.

Me doy un último vistazo en el espejo para asegurarme de que todo está correcto. Me he recogido el pelo en un elegante moño, dejando algunos mechones sueltos y ondulados. Como el vestido es de un color llamativo, he optado por un maquillaje que no opaque eso.

—Layla, vamos a llegar tarde. ¡Venga! —me apremia el monegasco desde el salón.

—¡Ya voy!

Cojo el bolso y meto todo lo necesario para después echarme un poco de perfume y salir de la habitación. Al entrar en el salón veo al monegasco el cual se encuentra usando un traje de dos piezas de color azul marido y con el escudo amarillo de Ferrari en el pecho. El chico no se ha percatado de mi presencia pues se encuentra escribiendo en el móvil y por la sonrisa que tiene en el rostro, debe de estar hablando con Charlotte.

—¿Estás ya prep...? —pregunta mientras aparta la mirada del móvil—. ¡Joder!

Los ojos de Charles se abren y veo como su móvil cae al suelo. El monegasco se apresura a recogerlo y tras comprobar que no ha ocurrido nada, me mira de nuevo. Se lleva una mano al pecho y deja escapar un suspiro.

—¿Te gusta? —pregunto mientras doy una vuelta sobre mí misma para que me vea bien.

—Estás preciosa, pequeña —dice mientras agarra mis manos—. Voy a tener que alejar a muchos hombres esta noche.

—Dudo yo que alguien se fije en mí —me río—. Los importantes sois vosotros.

—Créeme, pequeña —me sonríe aún más—. Se fijarán en ti. Y uno en especial.

Su respuesta me extraña, pero decido no preguntar. Él me coge de la mano y acaricia mis nudillos con su pulgar.

—¿Podemos hacernos una foto? —pregunta.

—Por supuesto.

El monegasco desbloquea el móvil y pone la cámara. Nos hacemos varios selfies y después, pone la cámara trasera para que nos hagamos una foto entera. Una vez que termina, me pide si puede subirlas a las redes sociales y tras concedérselo, salimos de su apartamento. Montamos en el Alfa Romeo y pone rumbo hasta Módena.

—Lo siento —dice de repente—. Es que estás preciosa y quiero que todo el mundo vea lo guapa que es el nuevo fichaje de Ferrari.

No puedo evitar sonrojarme ante las palabras del ojiverde.

—Ya lo sé —respondo con un tono chulesco.

—Voy a ser la envidia de todos —dice.

—¿Solo me quieres como mujer florero?

—No, claro que no —niega con la cabeza—. Pero tendré que presumir a mi mejor amiga, ¿no?

La sonrisa del monegasco es sincera. «No puedo enfadarme con él, ni siquiera de mentira, es el que más me ha ayudado en Ferrari desde el momento en el que llegué», pienso.

—¿Y qué se hace en estas galas? —pregunto.

—¿Nunca has ido a una? —niego con la cabeza—. ¿Ni siquiera con las del Real Madrid?

—No es lo mismo —respondo.

—¿Por qué?

—Porque eran siempre en el Bernabeu , en la zona VIP y demás. Siempre me encontraba rodeada del resto de futbolistas y grandes jefes, así que yo pasaba desapercibida.

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂 | 𝘊𝘈𝘙𝘓𝘖𝘚 𝘚𝘈𝘐𝘕𝘡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora