𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝐿𝒳𝒱𝐼𝐼

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𝒞𝒜𝑅𝐿𝒪𝒮

  La temporada de carreras está llegando a su fin. Este fin de semana es el Gran Premio de México y, a pesar de que he insistido a Layla de que no nos acompañe debido al embarazo, ella ha insistido en que no quiere perderse este premio

—Mon amour —Charles se quita la chaqueta y se sienta frente a nosotros—. Aún puedes echarte atrás.

—No —niega la pelirroja—. Yo quiero ir a México.

—Lo decimos por tu salud, Lays—Fernando se acerca a nosotros un segundo—. Estás de casi tres meses y no conviene que viajes.

—¿Y tú como sabes eso? —pregunta, riéndose Charles.

—Pues porque, como buen tío que voy a ser de la criatura, me he estado documentando. Además, mi hermana es enfermera.

—¡Eh! —exclama Charles—. El título oficial de tío lo tengo yo.

—Pues ya vas mal en tu trabajo —se burla el asturiano.

—¿Por qué no dejáis de discutir? —pregunta Daniel con una sonrisa en los asientos de al lado—. Que está embarazada, no inválida.

—¡Pues por eso! —gritamos los tres a la vez.

Ricciardo se ríe a la vez que niega con la cabeza. Alza ambas manos y vuelve a centrar su atención en el iPad que tiene sobre las piernas.

—No va a pasar nada —Layla nos mira a los tres—. De verdad.

—¿Cómo estás tan segura? —Charles entrecierra los ojos.

—Porque lo hablé con mi médico antes de venir —Layla me mira y yo asiento con la cabeza—. Y me dijo que habría cierto riesgo, pero que no habría problema. Además, me dijo que es más seguro viajar en avión que en coche.

—¿Pero la presión no afecta? —Charles nos mira contrariado.

—Sí, achata al bebé, no te jode —comento sarcástico.

—Me parece increíble que yo me preocupe más por el estado del bebé que el propio padre —comenta Charles.

Fernando suelta una carcajada y me da unas palmaditas en la pierna.

—Me parece, Carlos, que Charles está haciendo mejor el trabajo de padre, que tú —escuchamos decir a Adelina a nuestra espalda.

—Yo no hago mal trabajo —frunzo el ceño—. Al principio me opuse, pero no puedo prohibirle a Layla que haga algo o que deje de hacerlo —miro a mi novia, que se encuentra frente a mí—. Además, la médico dijo que todo estaba correcto. El bebé crece bien y la presión no afectará en nada —me inclino y pongo mi mano sobre la pequeña tripita que se le está empezando a formar a Layla.

—Eres consciente, Layla, de que vamos a estar todos encima de ti, ¿verdad? —dice Daniel a nuestro lado.

—Sí —suspira.

—Pues eso —Daniel nos mira con una sonrisa.

Niego con la cabeza. La pelirroja se levanta y va al baño. Los chicos me miran con el ceño fruncido.

—Que dejéis de mirarme así.

—Se supone que tienes que cuidarla —me regaña Charles mientras se estira para darme un golpe en el brazo.

¡Ay! ¡Joder! —me quejo—. Y la estoy cuidando.

—Pues mucho impedimento no has puesto para que no viniese —se cruza de brazos.

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂 | 𝘊𝘈𝘙𝘓𝘖𝘚 𝘚𝘈𝘐𝘕𝘡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora