𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝒳𝐿𝐼𝐼𝐼

1.2K 66 5
                                    

𝒞𝒜𝑅𝐿𝒪𝒮

    Salgo del coche tras los libres de hoy. Mi nuevo ingeniero viene hacia mí con la tablet en las manos y me dedica una sonrisa.

—Muy bien, Carlos —su sonrisa se amplía más—. En las curvas ocho, nueve y doce, el coche ha ralentizado un poco el ritmo, pero creo que han sido los discos de los frenos.

Me muestra la tablet para que vea los datos que han ido recogiendo a lo largo de los libres.

—Pero ¿cómo es eso posible? —frunzo el ceño—. Los añadieron no hace mucho y en las dos anteriores carreras no dieron problemas.

—No lo sé —el chico frunce el ceño y mira la tablet—. Los mecánicos me han dicho que todo estaba en orden por esa zona y que esos discos solo eran manipulados por tu antiguo ingeniero, Rayan.

Aprieto el borde de la visera del casco con fuerza y noto como se me clava en la palma de la mano.

—¿Podrías mirarlos tú? —le pregunto.

—Claro que podría —asiente—. Pero no los conozco, no quiero tocar algo y que se joda el coche.

—Hasta mañana las tres no hay más libres —digo—. Y si por lo que te han dicho, ese cabrón es el único que tocaba esos discos, algo me dice que no se ha ido de Ferrari tan fácilmente.

—Está bien —el castaño me mira y asiente—. Si veo algo fuera de lugar te lo haré saber.

—Descansa —le doy una palmada en la espalda.

—Tú también —me dedica otra sonrisa—. Ha sido un buen entreno.

Voy a pesarme y a cambiarme. Salgo de mi apartado y voy hacia el de Charles. Llamo a la puerta y la abro sin esperar respuesta. Al entrar veo al monegasco sentado en una silla, enredando con un mechón de su pelo y con la mirada perdida en el vacío.

—Charlie —lo llamo.

—¿Sí? —dice sin mirarme.

Me acerco a él y pongo mi mano en su hombro provocando que de un respingo y me mire.

—¿Estás bien? —«Sé que no lo está, pero quiero que sepa que estoy aquí para él».

—Sí, sí...—me dedica una sonrisa leve.

—Charles, no hace falta que me mientas —me siento a su lado—. He pasado por lo que estás pasando ahora.

Charles se frota las manos despacio y me mira antes de asentir con la cabeza.

—Sabes que estoy aquí para lo que necesites —el monegasco me mira—. Y eso que compartimos habitación.

—No quiero ser molestia, Carlos.

—No lo eres —niega—. Eres mi mejor amigo. Tú me ayudaste cuando estuve jodido con lo de Isabel, a pesar de que pertenecía aún a McLaren. Se por lo que estás pasando y no es nada bueno, sobre todo en temporada de carrera. Estoy aquí para lo que necesites y Layla también.

Charles me mira con lágrimas en los ojos y me abraza. Dejo que lo haga y mi amigo llora en mi hombro. No sé muy bien que hacer, pero se por lo que está pasando, esos comentarios que te hieren, esa maldad que no esperabas ver por parte de la persona a la que amabas...

Al cabo de un rato salimos de su apartado y vamos a hacer algunas entrevistas. La periodista de DAZN, Noemí, se acerca a nosotros y me mira de una forma coqueta.

—Hola, chicos — saluda.

—Hola —responde Charles.

Ambos sabemos lo insistente que puede ser Noemí cuando le gusta alguien y, para mi desgracia, en la temporada anterior se encaprichó conmigo, sobre todo cuando se enteró de que volvía a estar soltero.

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂 | 𝘊𝘈𝘙𝘓𝘖𝘚 𝘚𝘈𝘐𝘕𝘡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora