𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝐿𝒱𝐼𝐼𝐼

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𝓒𝓐𝓡𝓛𝓞𝓢

   —Nos vemos en unos días, amor — agarro el rostro de Layla con delicadeza y la beso

—Te voy a echar de menos, Chili.

—Y yo —acaricio sus mejillas con los pulgares—. No quiero dejarte. Pero tenemos que irnos.

—Lo sé.

Vuelve a besarme y después, la abrazo con todas mis fuerzas. Cuando nos separamos, no puedo evitar mirarla con tristeza.

—No llores, por favor —elimino las lágrimas que salen de sus ojos—. No me gusta verte llorar, porque no puedo hacer nada para evitar que lo hagas.

—No te preocupes —me dedica una pequeña sonrisa—. Todo va a estar bien.

La doy un beso en la frente y vuelvo a abrazarla. Cuando nos separamos, es el turno de Charles de despedirse.

—Despídete de nuevo de nuestra parte a tu abuelo y a tus padres, ¿vale? —el monegasco abraza a Layla.

—Lo haré —la pelirroja asiente con la cabeza.

—Y llámanos con cualquier cosa, la que sea —le da un beso en el pelo—. Si quieres hacemos videollamada.

—No quiero distraeros —me mira a mí y después a Charles.

—Tú no nos distraes, Ly —niego—. De hecho, nos haces bien. Si no fuese por ti, estaríamos estresados siempre con la de cagadas que nos hace Ferrari.

—Eso es verdad —Charles concuerda conmigo.

Nos despedimos de nuevo de ella y pasamos los controles. Cuando me doy la vuelta, ella sigue ahí, mirándonos. Alzo la mano y la sacudo en su dirección.

—Vamos, Romeo —se burla Charles.

Salimos de la zona de los controles y caminamos hasta la puerta de embarque. Entramos en la sala de espera y cuando nos sentamos, veo que Charles me mira con una sonrisa en el rostro.

—¿Qué te pasa? —pregunto.

—Estás encoñadísimo de Layla —se burla.

—Sí —admito—. La quiero mucho.

—Lo sé —él asiente con la cabeza—. Te ha devuelto la alegría que habías perdido tras lo de Isabel.

—Nunca creí que eso fuese a ser posible —admito—. Creí que había caído en un pozo sin fondo del cual no iba a poder salir, pero no ha sido así.

—Eso está bien —Charles sonríe—. Los dos merecéis ser felices.

—Lo sé —asiento.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Adelante.

—¿En algún momento se te ha pasado una locura por la cabeza? —pregunta

—Si te soy sincero...sí —me froto las manos. Miro a Charles y veo la sorpresa en su rostro.

—¿De verdad?

—Sí —vuelvo a asentir con la cabeza—. Pero no llevamos ni medio año saliendo, sería todo demasiado precipitado y extraño.

—En parte sí —se ríe—. Pero ¿estarías seguro de hacerlo?

—Nunca he estado tan seguro de algo en mi vida, Charles —lo miro serio—. Y sé que, aunque ella y yo seamos tan cabezotas e igual de orgullosos, la quiero a mi lado.

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂 | 𝘊𝘈𝘙𝘓𝘖𝘚 𝘚𝘈𝘐𝘕𝘡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora