𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝒳𝐿𝐼𝒱

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𝒞𝒜𝑅𝐿𝒪𝒮

    El domingo llegó más rápido de lo que esperaba y, cuando me quiero dar cuenta me estoy a punto de subir al monoplaza para salir a la pista.

Layla y yo apenas hemos hablado desde que me fui de su habitación del hotel enfadado por su comportamiento infantil.

—Carlos —Erik se dirige hacia mí con la tablet en la mano.

—¿Qué pasa? —pregunto.

—Hemos comprobado lo de los discos —mira su tablet y después me la pasa.

—¿Y qué pasaba?

—Fueron manipulados de nuevo —miro la pantalla y veo las gráficas que muestra—. Los hemos arreglado de nuevo, pero no entiendo qué pasa. El jueves ya les metí mano, no entiendo por qué una vez arreglados vuelven a estropearse.

—Creo que yo sí...—frunzo el ceño.

Erik me mira con confusión antes de seguir explicándome:

—Me pasé toda la noche trabajando en ellos y recuerdo perfectamente que los dejé como debían estar. Es por eso por lo que no entiendo por qué se han jodido de nuevo. Creo que alguien manipula tu coche.

—¿Quién tiene acceso a los boxes cuando no estamos? —pregunto.

—Todo aquel que trabaje en el campeonato de Barcelona —apaga la pantalla de la tablet y me mira con seriedad—. Pero anoche no había nadie más trabajando aquí, Carlos. Solo yo.

—Comprendo —me muerdo el labio inferior—. ¿Los discos están bien?

—Ahora sí, los he vuelto a tener que poner correctamente—hace una mueca.

—Solucionaremos esto después de la carrera, ¿de acuerdo?

—Ya se lo he dicho a Binotto —me informa—. Está informado de todo y ha dicho que va a revisar las cámaras de seguridad de los boxes.

—Vale —asiente.

Me termino de preparar. Me pongo los auriculares y conecto todo para poder comunicarme con los del box.

Me monto en el coche y me sujeto en el halo para acomodarme mejor. Uno de los mecánicos viene con mi volante y lo ajusta bien. Me concentro y cuando me lo indican, salgo del garaje para ponerme detrás de los demás pilotos.

Damos la vuelta de reconocimiento y nos situamos en nuestras posiciones para poder salir en la carrera. Unos minutos más tarde, todos estamos saliendo por la pista. Todo va sin incidentes hasta la séptima vuelta cuando escucho que me dicen que Tsunoda ha tenido que abandonar la carrera.

—¿Está bien? —pregunto, refiriéndome a por qué Yuki ha abandonado la competición.

—Sí, solo ha sido un fallo en el motor —responde mi ingeniero.

—De acuerdo.

El resto de la carrera pasa sin más incidentes. Cruzo la línea de meta quedando en la séptima posición y termino la vuelta para después meter el coche en el garaje. Uno de los compañeros me tiene que ayudar a salir pues no soy capaz de quitar una zona del coche.

—Gracias —le agradezco a Erik, el cual ha venido corriendo a ayudarme.

—No es nada —me dedica una sonrisa.

Voy a pesarme y cuando han tomado todos mis datos, me quito el casco y el balaclava. Me paso una mano por el pelo para apartarlo de mi cara y me desabrocho el cuello del traje.

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂 | 𝘊𝘈𝘙𝘓𝘖𝘚 𝘚𝘈𝘐𝘕𝘡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora