𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝒳𝒳𝒳𝐼

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    Media hora antes de salir, Charles viene en mi búsqueda y cuando lo veo, la preocupación se ve reflejada en su rostro.

—¿Qué pasa? —pregunto mientras me levanto de la silla.

—Creo que algo falla en mi traje.

Le doy un rápido vistazo al traje. A simple vista no parece estar nada fuera de lugar, pero por el gesto de preocupación del monegasco, él lo nota.

—Vale—asiento con la cabeza—. Tenemos media hora, ¿dónde podemos ir?

—Al hospitality, ahora mismo no hay nadie allí.

Me agarra de la mano y, con paso rápido, vamos hacia el hospitality. Al entrar nos dirigimos a un espacio que no nos vea nadie.

—¿Dónde notas el fallo? —pregunto.

—En la temperatura. Ayer en los libres noté que no funcionaba como la otra vez.

—Joder...—me froto la frente—. Necesitaría más de media hora para inspeccionar el tejido del traje e intentar arreglarlo. También necesito tiempo que es justamente lo que no tenemos.

—Creo que puedo aguantar las dos horas de carrera —se apresura a decir.

—Pero no quiero que compitas teniendo problemas con el traje, Charlie.

—Ayer aguanté bien los libres y la qualy, puedo competir.

—Ayer tenías la mitad de tiempo —me cruzo de brazos—. No me quiero arriesgar a que pase algo.

—A ver, creo que con este traje voy mejor que si me pongo el de la temporada pasada.

—¿Seguro? —él coge mis manos y las acaricia—. Charles, que si me dejas el traje puedo intentar hacerle un apaño en los minutos que nos quedan.

—No, mon amour —me dedica una sonrisa—. No tienes tiempo casi y yo tengo que ir metiéndome en el coche. Simplemente te lo decía para que lo supieras y cuando volvamos a Maranello.

—Va a ser la prioridad. Vuestros trajes son el motivo principal por el que estoy aquí.

—No te sientas culpable si algo falla —dice mientras acaricia mi mejilla—. No es culpa tuya.

—Sí que lo es. Mi responsabilidad son esos trajes, solo llevan una carrera a su espalda y ya están dando fallos. Eso no dice mucho de mí.

—No digas eso ni de coña. No voy a permitirte que menosprecies tu trabajo.

—Pero no debería haberse jodido tan pronto.

—A lo mejor solo es una sensación mía.

Charles agarra mis manos y las besa para después dedicarme una sonrisa. Pongo mi mano en su mejilla y se la acaricio con el pulgar. De repente escuchamos unos pasos, al mirar hacia la puerta de entrada vemos a Carlos con el caso bajo el brazo.

—Lamento interrumpir la charla, pero tenemos que montarnos ya en los coches, Charles —dice desde la puerta.

—Vale —el monegasco me da un beso en la frente y se va corriendo.

Me acerco al piloto español. Nos miramos a los ojos unos segundos, estiro mi brazo para agarrarle la mano, pero él lo impide con un movimiento brusco. Ambos salen del hospitality dejándome allí sola. «¿Qué le ocurre?», me pregunto.

Como yo no hago nada en el garaje me quedo en el hospitality junto al resto de seguidores. Me siento en uno de los sofás y espero a que comiencen a retransmitir por la televisión. De repente, la pantalla se enciende dejando ver a los pilotos. Algunos están terminando de alistarse mientras que otros están ya metidos en sus coches y esperando a salir a la pista. Justo a la hora, los pilotos dan una vuelta de reconocimiento y después, se ponen en sus posiciones. La carrea comienza y, para la mala suerte de Vettel, empieza desde el pit lane debido a unos problemas con los mecánicos los cuales han tardado demasiado tiempo en cambiarle los neumáticos.

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂 | 𝘊𝘈𝘙𝘓𝘖𝘚 𝘚𝘈𝘐𝘕𝘡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora