𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝒳𝒳𝐼𝐼𝐼

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𝒞𝒜𝑅𝐿𝒪𝒮

Entro en el garaje y detengo el coche. Mientras me quitan el volante y alguna pieza del coche, me agarro al halo y me impulso hacia arriba. No he estado todo lo centrado que tenía que estar y eso ha hecho que haya vuelto a quedar octavo. No he perdido la posición de ayer, pero tampoco he quedado bien.

—Carlos...— mi ingeniero se acerca a mí, con un gesto serio.

—Ahora no —respondo mientras me dirijo a pesarme

—Ahora sí —me agarra del brazo.

—¡Te he dicho que no! —grito.

Mi voz resuena en el box, provocando que todos nos miren. Charles, que ha llegado un rato antes que yo, me mira con el ceño fruncido. Deja el casco sobre la mesa mientras coge la toalla que le tiende su asistente, pero sin dejar de mirar hacia aquí. Una vez que mi entrenador ha recogido mis datos, me desabrocho el cuello del mono y bajo la cremallera para arrancarme los cables. Me quito el sujeta cuellos junto con el casco y el balaclava.

—Mira...—pone su mano en mi cuello y me obliga a inclinarme—. Si estás teniendo problemas con la chica a la que te estás follando no es culpa mía, pero que eso no comprometa a la temporada.

Lo aparto de un manotazo y lo encaro mientras aprieto con fuerza el casco. El hecho de que haya mencionado a Layla me hierve la sangre.

—¿Qué coño dices? —noto como me clavo el borde en la palma de la mano.

—Si no es por esa puta, no entiendo por qué otra cosa sería —se cruza de brazos y me mira con una sonrisa socarrona—. Novia no tienes y tu familia está en su mejor momento. Además, ya te he visto así antes cuando tenías problemas con Isabel, aunque estuvieses en otra escudería.

Aprieto la mandíbula. Reprimo las ganas que tengo de pegarle con el casco en toda la boca y rompérsela. «Tranquilo Carlos, respira», me repito una y otra vez en la cabeza

—No es de tu incumbencia lo que ocurra en mi vida personal —mascullo.

—Cuando compromete a la competencia, sí.

—Acaba de empezar la temporada, no nos jugamos nada aún —refuto.

—Aquí hay que estar al cien por cien desde el primer día, Carlos.

Aprieto con más fuerza el casco y noto como se me clava más en la mano.

—Cómeme los huevos, Rayan —paso por su lado y él me detiene poniendo su mano en mi hombro.

—Ferrari ha pagado y luchado mucho por ti, no lo jodas

Muevo mi hombro para quitar su mano y paso de largo. Me dirijo hacia el hospitality y al llegar me percato de que aún tengo el casco en la mano. Lo tiro sobre una de las mesas y me dejo caer en la silla mientras observo la palma de mi mano la cual se encuentra enrojecida debido la presión con la que he estado agarrando el casco. Es la puta primera carrera de la temporada y ya me están tocando los cojones. No estoy de humor, sobre todo después de haber presenciado como Hamilton ligaba con ella.

Cuando la vi por primera vez en la explanada del castillo de Maranello llamó mi atención, sobre todo su pelo rojo. No esperaba volver a verla, pero resultó ser mi nueva compañera de trabajo. Después la volví a ver llorando en las escaleras del hotel y sentí que debía estar con ella, protegiéndola, pero no utilicé buenas palabras y solo me gané su odio. El hecho de molestarla y sacarla de sus casillas me daba una excusa para hablar con ella.

—Eh —escucho la voz del monegasco.

Miro hacia la puerta y lo veo venir con paso apresurado hacia mí. Charles sigue llevando el mono puesto.

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂 | 𝘊𝘈𝘙𝘓𝘖𝘚 𝘚𝘈𝘐𝘕𝘡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora