𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝒳𝐿

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𝒞𝒜𝑅𝐿𝒪𝒮

    Miro a Layla, la cual está dormida a mi lado en la cama. Me fijo en las marcas de su cuello, ya no se notan demasiado, pero aún siguen ahí. Aprieto con fuerza la mandíbula al recordar a ese hijo de puta con sus manos alrededor de su cuello. «Si no hubiésemos visto a Binotto, quién sabe lo que habría pasado. ¿Seguiría Layla conmigo ahora mismo?»

Abrazo con fuerza. Ella se gira y se acurruca en mi pecho, por lo que rápidamente siento como mi corazón late con fuerza ante ese pequeño gesto. La doy un beso en el pelo y dejo que se acomode. Cierro los ojos, pero la imagen de mi exingeniero me lo impide, por lo que vuelvo a abrirlos. Llevo sin dormir bien desde el miércoles. Pasado mañana, debemos partir hacia Barcelona para ir montando los coches, ya que la FIA ha dicho que quiere que estemos unos días antes.

Escucho como vibra mi móvil en la mesita de noche. Estiro el brazo y palpo por la tabla hasta cogerlo. Miro la pantalla y veo el número de mi madre.

Hola, mamá —respondo nada más descolgar.

—Hola, cariño. ¿Qué tal todo?

—Bien, me acabo de despertar —intento usar un tono de voz bajo para no despertar a Layla.

—Ay, lo siento.

—No te preocupes, así voy antes a ver el coche —Layla se mueve un poco y termina quitándose de mis brazos. Se da la vuelta y continúa durmiendo.

—Te llamaba para saber cuándo vas a ir a Barcelona. Tu padre quiere que vayamos a verte a la carrera.

—No lo sé con seguridad, hoy nos dirá algo Binotto —me paso una mano por el pelo y me pongo boca arriba en la cama—. En cuanto sepa algo, os llamo, ¿De acuerdo?

—Vale

Mi madre me empieza a contar la última de Ana, cree que está saliendo con un chico. No me hace mucha gracia que mi hermana pequeña esté con alguien, como hermano mayor debo sacar mi lado protector, pero tampoco puedo echarle nada en cara, tiene veintitrés años.

—¿Y tú como estás, cariño? —pregunta mi madre.

No puedo evitar poner los ojos en blanco. «Estaba tardando en preguntar»

—Estoy bien, mamá —giro el rostro para ver a Layla, la cual sigue dormida.

—¿Seguro?

—Seguro —afirmo.

La noticia de mi ruptura con Isabel les tomó a todos por sorpresa ya que la chica era muy querida en mi casa, pero al saber que fue por una infidelidad y más durante un año, ellos dejaron de tenerle respeto. De hecho, fue mi madre la que insistió en que devolviese el anillo, ya que su hubiese sido por mí, no lo habría hecho no por el dinero, sino por el valor sentimental.

Eso es que hay alguna chica —afirma.

—Puede ser —sonrío y miro a Layla.

—¿Quién es? —el tono de mi madre cambia y cierro los ojos. «No debería haberle dicho nada».

—Ya la conocerás, mamá —me restriego el ojo—. Va a Barcelona también.

—Carlos, me hace feliz que puedas ser feliz con otra persona, sobre todo después de lo ocurrido, pero no quiero que te precipites. Has estado con Isabel por cuatro años, es muy poco tiempo para empezar otra relación.

—Mamá —frunzo el ceño—. Creo que soy lo suficientemente mayor como para saber qué me va bien y qué no —hablo—. Se que estos meses no he sido el mejor, en ningún aspecto, pero el haber conocido a esta chica me ha hecho volver a ser yo, el que era con Isabel o antes de ella —escucho un suspiro de mi madre al otro lado de la línea—. Por primera vez en meses soy feliz de verdad, mamá. Ella me ha hecho volver a sonreír de verdad.

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂 | 𝘊𝘈𝘙𝘓𝘖𝘚 𝘚𝘈𝘐𝘕𝘡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora