𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝒳𝒳𝒳𝒱

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   Carlos se queda dormido nada más despegar, y Charles otro tanto. Estos días han tenido entrenamientos que los han llevado al límite.

—Layla —Mattia camina hacia mí y se sienta en el asiento que hay vacío a mi lado.

—¿Sí? —aparto la mirada del iPad con el que estaba trabajando.

—Quería decirte que uno de los ingenieros me ha comentado que no le queda muy bien su equipo.

—¿Cómo? —frunzo el ceño—. Eso es imposible.

—A mí es lo que me han dicho —se encoge de hombros.

—¿Quién? —saco del bolso la libreta de trabajo que contiene las medidas de todos los componentes de la plantilla de Ferrari.

—El ingeniero de Carlos, Rayan.

Busco la página dedicada al ingeniero del ingeniero y miro todos los números que tengo apuntados.

—Eso es imposible, Mattia —le paso la libreta—. Tomé sus medidas varias veces para asegurarme de que estaba todo correcto. No puede haber ningún error.

El italiano se coloca las gafas y mira detenidamente las notas que tomé, así como todas las medidas correspondientes a cada parte del cuerpo del ingeniero.

—¿Y si se han confundido a la hora de hacerlas?

—Han seguido todas las directrices que les di —digo—. Quizás haya cogido el uniforme de otro.

—Lo veremos al llegar a Portimao. Esta vez los chicos estarán en el motorhome.

—De acuerdo —asiento.

—Para ti hemos reservado una habitación en un hotel, el Tivoli Marina Portimao

—¿Tú dormirás también en el motorhome?

—Sí.

Asiento y el ingeniero cambia de tema. Unos minutos más tarde se va y me queda sola de nuevo, por lo que vuelvo a centrarme en el iPad para ver las medidas de la novia que me ha pedido el traje.

Al cabo de una hora aterrizamos en Portugal, bajamos del avión y nos dirigimos hacia la cinta para coger las maletas. Los chicos se montan en los coches y veo como Carlos me mira confuso al ver que no voy con ellos.

Mattia se monta conmigo en otro coche y nos lleva hasta el hotel. Una vez allí, el ingeniero jefe me ayuda a bajar el equipaje y entramos en el hall del hotel.

—Mañana un coche vendrá a por ti. Hablaré con Rayan y Carlos me ha comentado que hay una parte del cuello de su traje que no le ajusta bien. Si puedes verlo mañana temprano antes de los libres...

—Sin problema.

—Que descanses entonces —me dedica una sonrisa.

El ingeniero se despide y sale del hotel. Una vez sola, me registro y me dirijo hacia la habitación. A diferencia de los hoteles de Italia y Bahréin, este es un poco más modesto. Se encuentra cerca del mar, por lo que el olor a este se percibe. Mi habitación es como un apartamento, pues cuenta con una pequeña cocina y un salón, además del baño y el dormitorio.

Una vez instalada, me asomo al balcón y la brisa marina me da en la cara. Respiro el aroma y sonrío, ya que es un olor que me gusta. Como hoy hace sol decido bajar a la playa por lo que preparo las cosas y bajo. Paseo por la orilla hasta encontrar un lugar apartado donde dejar las cosas y sentarme. No es una playa muy grande, pero el agua cristalina le da un ambiente tropical. Mi móvil vibra en mi mano y no tardo en ver el nombre del piloto español en la pantalla.

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂 | 𝘊𝘈𝘙𝘓𝘖𝘚 𝘚𝘈𝘐𝘕𝘡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora