𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝒳𝒳𝒱𝐼𝐼𝐼

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𝒞𝒜𝑅𝐿𝒪𝒮

   —Te creía tonta —el chico se acerca a nosotros con una sonrisa maliciosa en el rostro—. Ya veo que no.

Lo miro detenidamente unos segundos. El chico tiene el pelo castaño claro, ojos verdes y las cejas marcadas. Es más bajo que yo, y eso es mucho decir, ya que no soy muy alto, pero tampoco llego al metro ochenta. Viste con una camisa blanca, con los primeros botones desabrochados y las mangas dobladas hasta los codos, un pantalón negro vaquero y unas botas. Lo miro unos segundos más antes de percatarme de que es su ex pues recuerdo habérmelo cruzado en los pasillos del hotel. No puedo evitar apretar los puños al recordar lo que fue a hacer a Ferrari.

—Encima tienes los santos cojones de traerle aquí —dice mientras me mira con furia—. ¿Qué pretendes, Layla? ¿Lo has traído para darme celos? ¿Para restregarme por la cara que me dejaste?

No puedo evitar ponerme a la defensiva pues no me gusta el tono con el que habla ni la manera en la que nos mira.

—Lo he traído porque es mi pareja —dice ella mientras entrelaza sus dedos con los míos.

—Tu pareja —responde con condescendencia—. No hace ni dos meses que lo hemos dejado y ya estás con otro. Sabía que eras una guarra, pero no sabía que...

—No voy a permitir que hables de ella así — interrumpo.

—El príncipe encantador sale en defensa de la princesa Fiona. No tengas muchas confianzas en ella, porque a la mínima te engaña con tu compañero.

—Te lo he dicho una vez y no te lo voy a repetir —suelto la mano de Layla y me acerco al chico—. No nos faltes al respeto

—¿Y quién me lo va a impedir? —me encara.

—Yo

—¿Ah sí? —me da un empujón, pero no consigue moverme—. ¿Y qué me vas a hacer?

—Si tengo que partirte la cara lo haré —respondo—. Además, no sería la primera vez que un piloto de Ferrari te deja cao.

El chico me mira con furia. Busco la mano de Layla y rápidamente ella entrelaza sus dedos con los míos. «Tranquilo Carlos», solo quiere provocarte, me recuerdo.

—Joder, Layla. Tan progre y feminista que has tenido que traer al tío que te estás tirando para que te defienda.

—Vete antes de que pierda los modales —advierto con la mandíbula apretada.

—Estoy en un lugar público, no puedes echarme.

—Pero no eres bienvenido —hablo por su familia.

El chico me mira con ira, vuelve a mirar a mi espalda y chasquea con la lengua. Pasa por mi lado, chocando su hombro contra el mío.

—Joder —miro a Layla—. No sé qué hace aquí.

—Es un pueblo pequeño, ¿no? Las noticias corren rápido. No era de extrañar que en algún momento apareciese.

—No pensé en volver a verlo.

—Lo veo complicado también si vuestros padres viven aquí.

Abrazo a la chica y noto como se relaja en mis brazos. Le doy un beso en el pelo y acaricio su espalda mientras me fijo en cómo su exnovio nos mira con furia. Ambos nos miramos echando chispas por los ojos y le saco el dedo de en medio, lo que provoca que se irrite más. Sonrío con malicia al ver que ese simple gesto le ha jodido más de lo que creía.

—Carlos, Layla —sus padres caminan hacia nosotros, por lo que me separo de ella—. ¿Estáis listos? —pregunta su madre.

—Sí

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂 | 𝘊𝘈𝘙𝘓𝘖𝘚 𝘚𝘈𝘐𝘕𝘡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora