Capítulo 13.

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— ¡EADLYNNE!

Desperté de nuevo en el mismo lugar. Frío y nieve a mi alrededor, y un olor a carne quemada invadía mis fosas nasales. Era un olor desagradable en realidad.

Volví a caminar sin rumbo alguno. Escuchando ese intenso aleteo que hacía retumbar la tierra misma y levantando el viento.

Y una vez mas me detengo, observo una figura negra aparecer frente a mi. Luego otra, y otra, y otra hasta que se convierten en un ejercito mas grande que un dragón. Mi cuerpo se tensa y un escalofrió recorre mi espalda, la terrible sensación de que algo malo ocurrirá comienza a invadirme.

Me aterra de solo pensarlo.

Pero aquello que me deja sin aliento fue lo que ví después. Detrás de las peculiares figuras negras, se alzo una mucho más grande con extremidades largas y enormes como un castillo.

— ¡EADLYNNE! ¡CORRE! ¡DESPIERTA!...

— No puedo...

....

El amanecer llegó, el grupo había avanzado y llegado finalmente a Meereen. La ciudad era grande, había un muro que funcionaba como la entrada principal a la ciudad, era tan alta como las estatuas de piedra blanca que había esculpidas en el mismo muro. Y sobre de este último estaban los habitantes de Meereen. Tanto esclavos como amos veían atónitos la llegada del ejército de Daenerys Targaryen, la Madre de Dragones y legítima Reina de Westeros.

Cómo bien había dicho Eadlynne, Daenerys también fue testigo de más de 200 niños y niñas esclavos que habían sido colgados para deleite de los esclavos en Meereen, según explicó Sir Barristan a ambas hermanas Targaryen. Y uno a uno de esos niños fueron sepultados por órdenes de Daenerys, no sin antes verlos y haberles quitado el collar que los marcaba como esclavos.

"En la muerte seran libres."

Pensó Eadlynne al momento de verlos sobre la tierra y ser enterrados.

La mirada de ambas se posó en los amos, quienes a su vez les miraban con desagradó, rabia y burla. Estos ya habían escuchado lo que ellas ocasionaron en Astapor y Yunkai. Pero también se habían esparcido los rumores respecto al pasado tortuoso de Eadlynne. Incluso algunos decían que ella era en realidad una impostora que se aprovechaba de Daenerys y su gente, tan solo para obtener la libertad que todo esclavo anhela alguna vez.

Y dichos rumores provocaban en Daenerys una rabia por falsas calumnias hacia su hermana, aunque Eadlynne le restaba importancia a ello, su rabia ahora estaba más concentrada por vengar y hacer justicia a la muerte de aquellos pequeños que sufrieron a manos de los amos de Meereen.

Pero deberían dejar sus sentimientos de lado y prepararse para lo que venía. Un hombre.

Las puertas de Meereen fueron abiertas de a poco y de ellas surgió un hombre con un corcel que iba directamente hacia ellos. Daenerys cuestionaba si estarían atacando, a lo que Sir Barristan afirmó que se trataba de un campeón, un jinete que pelearia en nombre de Meereen en contra del campeón nombrado por Daenerys Targaryen.

Los ciudadanos de Meereen gritaban y regocijaban de alegría por ver un combate a las puertas de la ciudad. Siempre fueron esa clase de gente, aquella que le encanta ver la sangre derramarse y mezclarse con la tierra espesa hasta convertirse en lodo.

El campeón, luego de haber bajado de su corcel, comenzó a gritar un sin fin de palabras que al mismo tiempo novia sus manos de arriba a abajo hasta llegar a su entrepierna. No sabían lo que haría hasta que saco de sus pantalones su miembro y comenzó a orinar frente a la Madre de Dragones y de Eadlynne Targaryen. Acto que evidentemente les tomo por sorpresa y con desagradó. Aunque para la mayoría de amos de Meereen fue todo lo contrario, ellos reían y gritaban con orgullo por la actitud de su campeón.

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