DOMINIO

Capitulo 26.

Ni una sola aldea, o muelle, o embarcaciones. Nada. Aquella isla estaba desierta y olvidada por los mismos Dioses. Para Jorah la agonía lo consumía con cada nuevo amanecer donde no obtenía pista alguna sobre el paradero de Eadlynne, y para colmo, su vida ahora mismo tenía los días contados.

— No podemos vivir de vallas y raíces. — reprochó el diablillo

— Yo puedo.

El ambiente entre ambos no mejoraba, y con la partida de Eadlynne empeoró terriblemente. Jorah a penas y le dirigía la mirada y el joven Lannister trataba en vano de mantener una conversación con el caballero.

— ¿Nunca cierras la boca?

— Viaje de King's Landing a Pentos en una caja, sin decir una sola palabra.

El caballero le cuestionó por aquello, la historia si bien no deseaba recordarla, quizás era necesario contarla para desahogar aquella pena que lo llevaba carcomiendo desde que salió de la capital. Aunque le parecía sorprendente que Jorah Mormont no se preguntará en todo lo que llevaban de viaje ¿Por qué Tyrion Lannister estaba en un burdel de Volantis, muy lejos de King's Landing?

— Estoy seguro que has estado en muchos burdeles en muchas ciudades. — le dijo el rubiales observando un rostro melancólico y roto en Tyrion

— Mate a mi padre. Quería ejecutarme por un crimen que no cometí. Y se cogía a la mujer que yo amaba.

Jorah comprendió al fin. De cierto modo, ellos se parecían, con la única diferencia en que él si había cometido crímenes que merecían la muerte. Nedd Stark lo persiguió por ello durante mucho, un crimen que le costó la vergüenza a su gente en Bear Island y a su familia.

Aún recordaba la mirada que se reflejaba en los ojos de su padre la última vez que lo vió. La decepción de su padre al enterarse de lo que su propio hijo había cometido, incluso cuando hubiese sido por amor. Pero para Jeor Mormont, no era excusa suficiente vender hombres como esclavos solo por un amor no correspondido.

Por ahora, lo que ambos compartían era la idea de que Jeor Mormont siempre ha sido un buen hombre. Leal a los suyos, cuyo honor siempre ha sido sagrado. Un hombre que No sería olvidado jamás en palabras del Lannister, y por tanto, tomaron por sorpresa al caballero.

— Oh, no lo sabías. — en ese momento el diablillo se sintió como un estúpido — Lo siento. De verdad.

— ¿Cómo? — preguntó con seriedad

— Solo sé lo que escuché. — de algún modo no quería contarle, pero el caballero insistió — Dirigía una expedición más allá de la muralla. Hubo un motín. Lo asesinaron sus propios hombres.

Fue una verdadera sorpresa, su padre habría dado la vida por ellos, y en cambio sus hombres fueron capaces de darle una puñalada por la espalda. No lo demostró, pero estaba dolido, arrepentido era más apropiado de decir. Con la repentina noticia de la muerte de su padre, de la desaparición de Eadlynne y de la corta vida que le quedaba en este mundo... Sentía que su mundo se derrumbaba y que incluso en vida ya estaba muerto.

Pero no era hora de lamentos. El viaje debía continuar para ambos, aún si transcurría de la misma manera; a veces en silencio, y otras con varias preguntas que obtenían una breve y seca respuesta por parte de Mormont. Y claro, el tema principal de esas preguntas giraban entorno a la Targaryen, en especial de Daenerys y la lealtad de Mormont hacia ella.

— ¿Tú crees en algo?

— Creo en muchas cosas

— ¿Algo más grande que nosotros mismos? Los Dioses o el destino. ¿Crees que hay un plan para este mundo? — Tyrion negó — Tampoco creía, era un incrédulo igual que tú. Y luego vi a una joven entrar a una gran fogata con tres huevos de piedra. Cuando el fuego se acabó creía que encontraría sus huesos ennegrecidos. Pero la vi a ella, Daenerys, viva y sin daño, sujetando a sus dragones.