Capitulo 19.

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Aquel día de calor intenso, las noticias que llegaban a Meereen no eran gratas y mucho menos ayudaban al ánimo de la gobernante y Madre de Dragones, Daenerys.

El simple hecho de aún no tener noticias de su hermana y uno de sus dragones, en específico Drogon, le provocaba varios dolores de cabeza que a penas y el vino y las noches apasionadas que pasaba junto a Daario podían quitarle. No se iba a mortificar por ahora, al menos no con todos los hombres y mujeres que estaban bajo su reinado.

Pero, ¿Cómo podría mantenerse firme sin tener a su lado a ella que mantenía en equilibrio la balanza de su vida? Se trataba de su hermana, de ella quien se había jurado serle fiel y romper la dichosa rueda. Solo regresó a la realidad después de que un hombre viejo, de cabellos y barbas blancos se presentará ante ella como un antiguo esclavo; uno que quería regresar a las viejas costumbres antes de que las hermanas Targaryen llegarán a la ciudad. El hombre, según explico el mismo, servía como tutor de los hijos del que fue su amo por varios años teniéndoles un gran afecto a los pequeños; estaba realmente orgulloso de la crianza que habían recibido, pero ahora que la esclavitud había cesado en Meereen el hombre se sentía inútil, sin un propósito y viejo para acostumbrarse a un nuevo mundo donde los jóvenes abusan de ellos simplemente por no ser iguales en edad.

Daenerys, como bien debía, aseguro que no iba a permitir la esclavitud una vez más, sin embargo le dio una propuesta que el hombre no rechazo y agradeció por el tiempo de la Targaryen para después retirarse de manera respetuosa. Sir Barristan, por supuesto, advirtió sobre las posibles ventajas que abrían de tomar los amos; consejo que claro Daenerys tendría en mente.

Unos segundos después, un hombre de ropas humildes y descuidadas, llevaba consigo un manto blanco envuelto que contenía algo en su interior. Missandei, ante el hecho de que el hombre no entendía la lengua de Daenerys, pidió que el hombre se acercará y éste lo hizo temeroso y entre lágrimas.

— Le ha traído... — tradujo Missandei — Él vino desde el cielo... La sombra alada.

Y con ello, esa única mención de los cielos fue suficiente para que Daenerys entendiera lo grave de la situación; el peor de sus temores apenas comenzaba a hacerse realidad.

El hombre extendió el manto frente a ellos y mientras lloraba a mares descubrió al fin que lo que había allí; eran los restos esqueléticos de una pequeña, la hija de aquel campesino. Pero estos estaban completamente carbonizados y negros como la noche. Daenerys no pudo sostener la mirada en aquel cuerpo más tiempo, lo que Drogon había hecho era imperdonable, pero que podía hacer ella ahora, ninguna disculpa, tesoro o bienes traerian de nuevo la felicidad del hombre.

Tenía que tomar una severa decisión.

"Eadlynne... Ahora es cuando más te necesito."

Pensó mientras aguantaba el llanto.

....

Del otro lado, a cientos de kilómetros lejos de Meereen, el caballero y la joven seguían su camino hacia Volantis ya que, según Jorah, allí encontrarían lo necesario para obtener el perdón de Daenerys. Algo que no le hacía mucha ilusión a Eadlynne sobre volver a Meereen, pero valía la pena porque su nuevo compañero regresaría a dónde pertenece, cumpliendo así la promesa que alguna vez le hizo a ambas hermanas.

Se habían detenido en un pequeño arroyo, dónde animales pequeños aparecían muy de vez en cuando, dándole así la oportunidad a Eadlynne de mejorar en su técnica de cacería. A veces lograba atraparlos, pero difícilmente lograba retenerlos hasta darles muerte. Jorah de vez en cuando observaba de reojo las cómicas escenas de la princesa luchando contra un roedor; incluso soltaba leves sonrisas a escondidas de ella y se limitaba en darle ánimos, muchas veces solo para irritar a la pobre de cabellos platinados.

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