Capitulo 17.

109 8 0
                                    

Sir Barristan se encontraba con algunos de los Inmaculados. Vigilando que todo estuviera en paz y que estos cumplieran con la orden de Daenerys, órdenes sobre los amos de Meereen y su castigó finalmente cumplido. Cada uno era bajado con cuidado y puesto en la carreta que llevaban consigo. Algunos quizás ya estaban muertos, y otros tantos moribundos. Eso era algo que a Daenerys le importaba poco en realidad, pero, y luego de haberlo hablado seriamente, Eadlynne había insistido en la piedad que debía tener ante ellos a pesar de sus acciones. Algo que por supuesto, Sir Barristan le agradecía.

Todo estaba marchando relativamente bien. Nadie nunca habría imaginado que todo se vendría abajo de manera tan repentina.

Un pequeño, sin parentesco con el caballero, se acerco a él mientras le entregaba una nota, para decir casi nada y luego retirarse sin mas. Sir Barristan se sorprendió de lo que veían sus ojos, pero no dijo nada, o al menos no hasta haber aclarado las cosas con el responsable de su cólera y suma decepción.

Sir Jorah se encontraba en un palco de la ciudad mientras observaba un mapa de los siete reinos. Estaba ideando los tantos planes que podrían ayudar a la conquista de Daenerys Targaryen y su ascenso al trono, pero se detuvo luego de que sus ojos se posaran el la zona del Norte, precisamente en una isla que el muy bien conocía. A su mente regresaban esas memorias de su hogar, de su padre, de su gente, del paisaje y las aguas que los rodeaban; todos ellos mientras le observaban con desprecio y vergüenza por los actos de lo que fue acusado. Actos que, por lo menos, no se arrepentía de haber cometido, o de lo contrario nunca habría conocido a Daenerys y su peculiar hermana Eadlynne.

"Eadlynne... ¡La practica!"

Pensó nervioso.

Sir Jorah estaba por correr en dirección de la arena cuando entonces, Sir Barristan apareció frente suyo.

— Sir Barristan. — saludo el rubio, y el contrario correspondío al saludo — ¿Olvidé una junta del consejo?

— No. — dijo al mismo tiempo en que se acercaba y dejaba sobre la mesa la nota con un sello bastante peculiar

— ¿Qué es esto?

— Un perdón real. — explicó él mayor — Firmado por Robert Baratheon.

Sir Jorah se mostraba tranquilo, quizás confuso por lo dicho. Intuía que podría ser para el hombre que tenía frente suyo, o probablemente para otros tantos, pero el semblante serio de Sir Barristan parecían decirle algo mucho peor. Tomo la nota y leyó el contenido de la misma. Fue entonces que su mundo se vino abajo.

— La espiaba.

— ¿Quién le dió esto? — cuestionó Sir Jorah nervioso

— ¿Eso importa?  — Sir Barristan tomo de nuevo la nota y miro como los ojos azules de Sir Jorah poco a poco denotaban miedo y arrepentimiento

— ¿Se los ha dicho?

— Quería hablar con usted primero. De hombre a hombre, no hacerlo a sus espaldas.

— Déjeme hablar con ella en privado.

— No volverá a estar a solas con ella. — amenazó Sir Barristan — Mucho menos de la princesa.

Y eso. La única mención de Eadlynne fue para que Sir Jorah comenzará a sentir la peor de las torturas. Sentía como su corazón se aceleraba y se detenía por pensar en sus acciones y las consecuencias de estás. Pensaba también en Daenerys, en la expresión que tendría cuando se enterará de la verdad y lo que probablemente le haría. Pero sobretodo, pensaba en Eadlynne. Esa niña; inocente, perspicaz y pacífica a la cual veía como débil, se había convertido en una amiga muy preciada a la cual no quería causarle tal disgusto. Imaginarla con ojos de decepción le partían el corazón.

DOMINIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora