Capitulo 25.

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Para cuándo la fogata se redujo a cenizas, las primeras luces del amanecer tocaban las montañas y colinas que conformaban la isla. Tyrion tomó la ventaja y fue el que abrió los ojos primero. Despabilaba su mente y se estiraba, si bien la arena era un mejor sitio que una caja de madera con el olor a heces... Bueno, esto era mejor que nada viendolo desde una mejor perspectiva.

La vista que había no era tan diferente a cuando se había quedado dormido, a excepción de una cosa solamente; Eadlynne y su daga no estaban dónde deberían de estarlo.

El diablillo se levantó abruptamente y caminó esperando hallar una pisada o indicio de que la joven Targaryen habría ido a cazar y que no debería de estar lejos. Pero sin importar a dónde mirará, Eadlynne nunca apareció, ni siquiera cuando comenzó a gritar de manera desesperada logrando despertar al caballero.

— ¿Qué estás haciendo? — cuestionó, pero no hubo ni siquiera tiempo de cederle la palabra al Lannister, pues ya se había percatado de la situación en la que estaban metidos — ¿Dónde está?

— N-no, no lo sé. Debe haberse ido mientras dormíamos.

Jorah no escucharía excusas innecesarias, tan solo se alejó del enano y se adentró en las praderas y bosques de la isla mientras llamaba a Eadlynne una y otra vez. Tyrion fue trás de él tratando de hacerlo entrar en razón, puesto que les llevaría horas, días o incluso semanas encontrar a la jóven.

— No voy a dejarla aquí. — es todo lo que se permitía decir el caballero

— Entiendo que te preocupes por ella, también lo estoy yo. Pero ella podría estar en cualquier parte ahora, y quién sabe si aún este...

— ¡No te atrevas a siquiera mencionarlo!

Tyrion dió un paso atrás de la impresión, y no precisamente por el tono alzado que había usado Jorah. Su sorpresa era por los ojos cristalinos del contrario, reflejando impotencia, rabia, tristeza y decepción. Le dolia al Lannister verlo de ese modo, sin embargo, sabía bien que muy en el fondo, Jorah Mormont pensaba igual que él con respecto a lo innombrable.

— Lo lamento. Sé que esto es culpa mía, y no intentó ganar tu perdón. — dijo Tyrion — Pero también sé que Eadlynne es inteligente y que sabe cuidarse sola. Seguro habrá ido a un pueblo en busca de refugió, como tú dijiste, si seguimos por la orilla tal vez la encontremos.

Jorah prefería creerle, es más, él estaba casi seguro de que Eadlynne estaría ahora mismo en una aldea. Quizás descansando, recuperando el aliento de tanto caminar. Pero aún le inquietaba algo, y rezaba porque la alternativa que tenía en mente fuese mentira.

“Voy a encontrarte, y eso va más alla de una promesa.”

....

Con Eadlynne las cosas por el contrario no eran mejores. Ella seguía caminando por los prados aún con la daga sujeta a su cintura. Estaba agotada, las bolsas negras bajo sus ojos la delataban, además de que sus piernas le temblaban, y con bastante razón; había caminado toda la noche luego de dejar a Jorah y Tyrion atrás.

Jorah Mormont. Aquellas palabras dichas por el menor de los Lannister volvían a su mente una vez más. Tyrion hablando de los evidentes sentimientos de Eadlynne hacia el caballero de ojos azules y cabellos rubios, y como cabía la posibilidad de que éste, en cierta forma, los correspondía. Pero, habiendo grandes diferencias de edad y por supuesto de clases sociales, es que Jorah se resignó en no pelear por el amor de ella, pero aún así estaba dispuesto en cumplir su palabra y protegerla aún si tenía que verla casada con otro hombre y eso terminará por romperle el corazón.

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