Capitulo 6.

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Luego de aquel enfrentamiento. El grupo, ahora acompañados de Sir Barristan, caminaban por las calles de la ciudad para explorar la misma, a su vez que también hablaban sobre la manera en que Daenerys obtendría a los Inmaculados.

Tanto Sir Jorah cómo Sir Barristan daban sus opiniones, tratando de no ser irrespetuosos pero también eran realistas en sus palabras. Daenerys lo sabía y tan solo se limitaba en escucharlos. Por su parte, Eadlynne seguía observando los puestos de ventas como pescado y cangrejos, así como también los de artesanías y baratijas mientras escuchaba la conversación de estos tres.

Recordó entonces cuando era una niña. Había ocasiones en las que Bereth se encontraba de buen humor, y dónde la trataba con dulzura para sorpresa de la pequeña. Y era en uno de esos pocos días en los que Bereth la llevo al mercado más grande de la ciudad en Qarth.
Al igual que en Astapor, había puestos donde se vendían los mismos productos como pescado, reses, cerdo y un sin fin de carnes. Así también vendían frutas que recién consechaban y que tenían una pinta muy apetecible. Y por supuesto, había postres y dulces que Eadlynne miraba con mucha curiosidad, siempre se le hacía agua a la boca de solo mirarlos. Pero sabía de sobra que nunca iba a tener uno de esos, los precios siempre eran elevados y los esclavos no tenían tales privilegios, a menos que el amo al que sirvieras decidiera darte ciertas libertades. Pero para ello debías ofrecer algo a cambio que, al menos Bereth, jamás estuvo dispuesta a entregar.

Días en los que habría deseado por lo menos vivir una infancia al menos más alegre.

Dejo atrás esos pensamientos y volvió a prestar atención. En su caminata el grupo llegó a un largo pasillo que no solo mostraba el mar, sino que también a lo largo de esté había varios hombres y mujeres atados y flagelados hasta dejar al descubierto el músculo de estos mismos. Esa era la verdadera crueldad que un esclavo podía vivir.

— El pasillo del castigo es una advertencia, majestad. — comentó Sir Barristan

— ¿Para quién? — cuestionó Daenerys

— Para que cualquier esclavo contemple y no haga lo mismo que estos hicieron.

Eadlynne solo los miraba con tristeza y pena. Incluso, y aunque fuese malo hacerlo, les deseaba la muerte pero no por odiarlos, ni siquiera les conocía pero solo así podrían librarse de su tormento y su dolor.

Daenerys se detuvo frente a uno de los tantos esclavos y pidió a Sir Jorah su agua quien no se negó, aunque si que le recordó a Daenerys que ellos no tenían el derecho de poder cambiar la sentencia de estos esclavos. La mayor de las Targaryen apenas y lo escucho, subió por un tramo de escaleras hasta llegar al hombre y pedirle amablemente que bebiera de la bolsa con agua, pero para sorpresa de Daenerys, éste la rechazó y en su lugar dijo: Dejeme morir”.

— Deje este lugar, majestad. Déjelo está noche. — sugirió Sir Barristan

— ¿Y cómo conseguira soldados? — cuestionó Sir Jorah

— Buscaremos mercenarios en Pentos.

— ¿Somos un grupo ahora, Sir Barristan? — se notaba la poca confianza que esté tenía sobre del recién llegado — Si quiere sentarse en el trono de sus ancestros debe ganarlo, significa ensangrentar sus manos antes de que todo esto acabé.

— La sangre de mis enemigos, no la sangre de inocentes. — dijo Daenerys

Y de nuevo las conversaciones triviales. Eadlynne comenzaba a cansarse de escucharlos discutir y hablar sobre como conquistar los siete reinos, era la misión principal desde luego, pero a veces quería olvidarse de la vida de “princesa” y hacer como que era un cero a la izquierda sin importancia. Al menos hasta que Sir Barristan mencionó a Rhaegar, el hermano mayor de Daenerys y Eadlynne.

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