Capitulo 22.

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La mañana llegó una vez más. El duo despertó e inició con su viaje una vez más. Jorah se aseguró de llevar todo lo necesario en el asno y subió a Eadlynne al animal aunque ella negó varias veces en hacerlo, pero no tuvo de otra, pues la mirada insistente del caballero no le dejo otra alternativa. Se colocó su capucha ocultando muy bien su cabello blanco y ambos avanzaron hasta dejar atrás aquella cabaña.

Los días y noches volvían a transcurrir de tal manera que la poca comida que llevaban se agotará en menos de lo que hubiesen esperado. Pero por supuesto que la larga espera concluiría finalmente para ambos. Después de varias semanas, incluso meses en general, por fin estaban en la gran ciudad de Volantis.

En el exterior varios muros de gran altitud rodeaban la misma. Entre ellos había pasadisos que conectaron un punto de la ciudad con otros. Nadie allí les cuestionó sobre su viaje, más sin embargo eran el centro de atención de alguno que otro hombre o mujer que no tenían una muy buena pinta.

Fuera de ellos, eran ignorados por el resto de personas y esclavos que conforman la ciudad.

Caminaban entre las multitudes y callejones sin un rumbo en especifico a decir verdad. Pero con cada paso que daban, el cansancio y el hambre les invadía a ambos, sobre todo a Eadlynne que no podía evitar deleitarse con el olor de la carne freida, del caldo de pescado o incluso de unas simples ostras. Realmente necesitaba comer algo.

— No podemos darnos ese lujo. — advirtió Jorah

— Quizás, pero podríamos vender el asno y, si tenemos suerte, tal vez nos den unas cuantas monedas para al menos comprar una manzana en casi perfecto estado.

— Necesitamos del animal, el camino aun es largo después de todo.

— ¿Y a donde es que vamos, si puedo preguntar? — se detuvo repentinamente — Hasta ahora solo me has dicho que querías llegar a Volantis. Ya estamos aquí, por tanto esperaría que al menos me compartieras cual es tu plan para recuperar el perdón de mi hermana. — su tono comenzaba a notarse molesto — Pero solo te la pasas quejándote y diciéndome que hacer y que no hacer.

— ¡Ya basta! — grito molesto — Desde que apareciste en mi vida nos has hecho otra cosa que darme problemas. De verdad, si no hubieras aparecido en mi camino hoy quizás estaría más cerca de volver con Daenerys en lugar de estar discutiendo con una niña ingenua como tú.

Eadlynne se sorprendió por lo dicho, y a pesar de que Jorah se arrepentía de haberlo dicho de esa forma, lo cierto es que era lo que alguna vez sintió. Sin mencionar por supuesto que había decidido irse sin decirle "adiós" a ella para evitarse la vergüenza y la tristeza de tener que verla una última vez. De cierto modo, le recordaba a cuando tuve que huir de Bear Island. Y eso fue lo que intento explicar, pero Eadlynne no sé lo permitió luego de perderse entre la multitud mientras éste trataba de detenerle.

“Eres un imbécil, Jorah Mormont”

Se dijo a si mismo.

Eadlynne se detuvo después de perder de vista a Jorah, aunque decidió arrinconarse para evitar que los demás le vieran llorar. Cubría su rostro con la capucha de la capa, al igual que su cabello. Estaba herida, eso era evidente, pero era muy orgullosa como para demostrarlo abriertamente, o al menos eso era con otras personas.

Pero su mente se distrajo al sentir el rugir de su estómago por el hambre, se preguntaba cuánto más podría resistir sin probar bocado. En ese momento, sin pensarlo a fondo, su vista se fijó en un establecimiento del cual provenía un olor medianamente decente. Era un burdel, lo supo al ver a los hombres entrando y saliendo; unos tantos entusiasmados y otros tantos satisfechos y con las ropas arrugadas. Por eso, y por la mujeres que coqueteaban con los hombres, sobretodo con los ebrios.

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