Capítulo 12.

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Los días transcurrieron con la relativa normalidad. Daenerys guiaba a su gente hacia Meereen en un largo camino, los Inmaculados marchando, al igual que los Dothraki y el resto de antiguos esclavos.

Eadlynne, por otro lado, comenzaba a mantenerse alejada de todos, incluso de Daenerys. No quería ser una carga más para ella, pero no tenía otro lugar al cual ir sin sentirse como Bereth muchas veces la había llamado: inútil.

La más joven de las Targaryen pasaba gran parte de su tiempo también con los dragones. A pesar de que estos no hablarán, se sentía segura junto a ellos, y eso era más que suficiente para ella.

Esa misma mañana, Eadlynne estaba en la cima de una colina, Viserion a su lado mientras que Drogon y Rhaegal a sus pies comiendo de un trozo de carne que la joven consiguió robar delante de las narices de varios Inmaculados. Una acción que le divertía de solo recordarla.

— Buenos días. — dijo Daenerys apareciendo justo detrás de ella.

Eadlynne no respondió, solo la observó con sorpresa hasta que regreso la mirada hacia Drogon y Rhaegal, percatandose entonces de que el trozo de carne ya no estaba. Drogon, a su vez, se acercó a Daenerys y recostó su cabeza en las piernas de su madre, siendo posteriormente acariciado por la misma.

— Vuela. — la pidió Eadlynne a Viserion, mismo que obedeció y fue seguido por Rhaegal

Daenerys contemplo lo sucedido con una sonrisa, sus hijos iban aprendiendo poco a poco a como sobrevivir. Pero sabía que Eadlynne era responsable en parte de esa educación.

— Son más grandes cada día. — dijo Daenerys

Eadlynne asintió. Regresó su vista hacia Drogon y éste solo seguía recostado sobre Daenerys, misma que le acariciaba la cabeza y le arrullaba.

"El amor de una madre"

Pensó Eadlynne.

El sonido de varios gruñidos desconcertó a las hermanas. Ambas miraron en dirección de Viserion y Rhaegal, estos parecían pelear por algo que sujetaban entre sus patas traseras. Esta misma cayo al pie de ellas y se mostro como el cadaver de una cabra destripada. Los dragones entonces comenzaran a luchar por dicho animal, entre ellos Drogon, quien había dejado las caricias de su madre a un lado. Daenerys intentaba calmar a este ultimo, pero Eadlynne se lo impidió, al mismo instante en que Drogon sintió un roce en sus espalda que lo hizo girarse y rugirle a ambas.

La mayor de las Targaryen se sobresalto alejándose del dragón, mientras que Eadlynne se mantuvo quieta ante el rugido de éste. Drogon, por su parte, se percato de lo que hizo y se regreso con los otros dragones que habían emprendido el vuelo junto al animal muerto.

— Son dragones, Daenerys. Nunca podrán ser domados, ni siquiera por su madre. — dijo Eadlynne dirigiéndole la palabra por primera vez en todo el día

Daenerys solo pudo mirar a los dragones con duda, Eadlynne tenía un punto sobre los dragones. Los Targaryen fueron conocidos por montar dragones, pero un dragón nunca podría ser controlado verdaderamente. Dicha creencia fue lo que llevo al colapso a su propia casa.

Al poco rato, Sir Jorah apareció detrás de ellas, informándoles que todos los soldados estaban listos para continuar con su larga travesía. Pero Eadlynne sabia que él las había estado observando desde lejos. Realmente era sigiloso si se lo proponía. 

Ambas hermanas se levantaron y regresaron junto a los demás. Todos los Inmaculados yacían firmes y preparados cuando Daenerys apareció, Missandei y Sir Barristan también ya estaban esperándoles.

— ¿Dónde está Daario Naharis?, ¿Dónde está Grey Worm? — cuestiono con molestia Daenerys

— Apostando, majestad. — respondió Sir Barristan

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