Capitulo 16.

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— ¿Sobre la cama? — cuestionaba Daenerys

Eadlynne asintió varias veces.

Daenerys no podía creer las palabras que su hermana decía. Una daga había sido dejada en la habitación de Eadlynne y la única persona de la cual ambas sospechaban, era Daario Naharis. Esto lo creían porque, y según lo contado por Eadlynne, él era el único quien sabía del interés que surgió en ella cuando la vio por primera vez.

Y solo en ese momento, es que Daenerys sintió una cierta rabia. No le agradaba la idea de que su hermana tuviera a su merced un arma, pero quizás y si era necesario para cualquier adversidad que pudiera ocurrir. Pero su mayor molestia se debía a la cercanía que Daario comenzaba a tener con su hermana, y eso era algo que prefería evitarse.

— Hablaré con Daario Naharis, y mientras tanto, mantente alejada de él y de los Segundos Hijos.

— No creo que eso sea necesario. Al menos no ahora que tengo esto en mis manos. — dijo Eadlynne mientras empuñaba la daga — Aunque no servirá de mucho si no sé cómo usarla.

— Y es mejor que no lo sepas.

—Dany, tenme confianza. En algún momento, quizás, tendré que usarla.

Daenerys quería fulminarla con la mirada, pero no tuvo tiempo de ello cuando Missandei apareció, anunciando a su paso que varios de los ciudadanos querían hablar con la gobernante de Meereen. Daenerys agradeció por la información y la traductora se retiró luego de una reverencia hacia ambas princesas.

— ¿Qué sabes sobre Drogon?

— Nadie lo ha visto desde hace días. La última vez, si mal no escuché, se hallaba más al norte de la ciudad, por las colinas y montañas donde los pastores llevan su ganado. — informó tranquila Eadlynne

— Podría causar dañó a los pastores. Solo espero que no tenga graves consecuencias.

Eadlynne esperaba lo mismo, pero sabía de la naturaleza salvaje e indomable que estos poseían y por ello, es que tampoco se cuestionaba mucho por el paradero de ellos. A veces, y solo a veces, es que sentía envidia de ellos; surcando los cielos sin que nada ni nadie los detuviera. Pero solo en sus más profundos sueños podía serlo, y sentir el viento chocar contra su rostro y levantar su cabello.

— Debo irme. — anunció Daenerys — ¿Irás conmigo?

Eadlynne negó con la cabeza.

— No creo que la gente de Meereen pida por mi apoyo. Después de todo, no soy yo quien va a gobernar los siete reinos.

— Quizás algún día gobiernes otros reinos, y así me ayudarás a traer paz.

Eadlynne asintió divertida y luego se retiró. Y mientras se alejaba, Daenerys no le quitaba la mirada de encima, mucho menos a la daga que su hermana llevaba consigo, preguntándose aún quien habría sido el o la responsable de dejarla en sus aposentos. No sé lo iba a cuestionar por más tiempo y adoptó su porte recto para dirigirse al salón del antiguo trono de la Gran Pirámide.

Habría sido coincidencia, o simplemente cosas del destino, pero en su camino, Daenerys se cruzó con el de Sir Jorah, su caballero y amigo de mayor confianza. Éste, según explicó, iba rumbo al encuentro en el trono para iniciar el día con el cumplimiento de ciertas peticiones de los súbditos de Meereen.

— ¿Cuántos están esperando? — pregunto ella

— 300 personas, Khalessi.

“¿300 personas? Eso me llevará todo el día.”

Pensó ella nerviosa.

— Puedo pedirle un favor, Sir Jorah.

— Lo que pida, Khalessi.

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