Capitulo 20.

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Jorah abría los ojos de manera pesada. A pesar de haber permanecido inconsciente por varias horas, su mirada se le veía cansada y su cuerpo a penas y podía moverse, además de que el clima helado de la noche no le ayudaba en lo absoluto. 

Decidió entonces montar guardia para despabilar su mente y tratar de encontrar una solución a la grave situación en la que ambos se encontraban. Se concentro en los alrededores al mismo tiempo que escuchaba a varios de los animales como búhos, mapaches o zorros que rondaban cerca, pero toda esa concentración se desvaneció cuando observo de reojo a Eadlynne y como esta temblaba del frío. Era arriesgado dejar una fogata, bien lo sabían, pero verla tan indefensa le hizo sentir culpa y, sin haberlo meditado a profundidad, se acercó a ella para envolverla en un abrazo que le dió conforte a la menor quién, a su vez, dejó de moverse y quedarse en calma por al menos ese instante. Jorah podía sentir el palpitar de la joven; era sereno, tranquilo y melodioso, como consecuencia su propio corazón comenzó a latir de manera intensa, tanta que sentía que le daría un ataque justo ahí; y aún más cuando Eadlynne se giro quedando a centímetros de su rostro.

Sus mejillas rosadas, sus pestañas largas y de color azabache, su suave y fría piel. Todo en ella era hermoso ante los ojos de Jorah quien sin poder evitarlo acarició con delicadeza la mejilla de Eadlynne, a su vez que retiraba un menchon de la frente ajena.

Recordó entonces la herida que el tenia en el brazo, la cicatriz que había quedado luego de que Eadlynne la cauterizara. Tal vez nunca lo iba aceptar, pero que ella haya decidido quedarse junto a él le emocionaba y lo llenaba de regocijo. Sabia que podía confiar en ella aun cuando él cometió una traición hacia su hermana y su gente, tenia todo el derecho de odiarlo pero ella jamás lo haría, y aun así sentía que eso era no suficiente. Se acomodó más cerca de ella y dejo que su corazón hablará por unos segundos antes de volver a quedarse dormido.

— Voy a protegerte. — dijo en susurro — Es una promesa.

Y al instante en que cerro sus ojos, su mente se transportó a otro mundo que lo alejó de la realidad; una en la que Eadlynne había abierto los ojos y formado una pequeña sonrisa, al igual que un ligero rubor rojizo se hizo presente en sus mejillas por las palabras del caballero. 

No esperaba que fuera a suceder de nuevo, pero sin duda alguna, Eadlynne se estaba enamorando una vez mas.

....

Hoy era diferente. Desperté en una cama matrimonial cubierta con nada más que una sábana. Mi cabello suelto estaba más largo que a como lo recordaba. Mi cuerpo también había cambiado; había dado un gran estirón.

Estaba realmente sorprendida y decidí investigar. Me levanté de la cama y caminé desnuda por toda la habitación hasta llegar a la ventana que allí había. La luz que entraba por ella era casi nula, pero podía distinguir a la distancia un extenso mar azul y prados verdes.

Estaba a tan solo centímetros de abrir la ventana cuando sentí un par de manos fuertes y grandes sujetarme de la cintura hasta rodearme en su totalidad. Sentía una respiración en mi cuello así como el cuerpo del contrario pegarse más hacia mí y, por alguna extraña razón, me sentía bien, segura y a salvó junto a esa persona.

— Avy jorrāelan. — susurró detrás de mi oreja

....

El alba se hizo presente en los prados dónde ambos descansaban de manera plácida. Eadlynne fue quien abrió los ojos primero; la brisa que chocaba contra sus mejillas le provocó un ligero escalofrió que, como consecuencia, la obligó a despertar. Al incorporarse, sintió unos brazos rodearla, además de tener a la vista el rostro ligeramente bronceado de aquel caballero de ojos azules y pelo dorado.

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